capítulo tres

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Jungkook llevaba una semana de resentimiento, pasaban los días pero él seguía teniendo ese nudo en la garganta, un nudo que no era de llanto, era de enfado. Las palabras de Eunbi le rondaban la cabeza todo el tiempo, haciéndolo incapaz de realizar las tareas básicas. Incluso con varios regaños de su jefe encima, no lograba sacarse de la mente la situación tan horrible que había vivido aquel día en el parque.

Volvía a su casa después de un largo día de responsabilidades adultas, escuchaba su música favorita en el auto y la hubiera disfrutado más si no fuera porque vio a su ex novia caminando por la acera con un chico. Eso lo confirmaba todo, el que estaba al lado de la que alguna vez fue su amante no podía ser nadie más que Eric. Iban conversando de forma animada, él se expresaba jovialmente y ella reía. Con tremendo rencor, condujo rápidamente hacia su casa en donde un atento Namjoon lo esperaría para escuchar todo lo que Jungkook tenía para decir.

—¿Estás seguro de que era su novio? Tal vez es un amigo.

—Imposible, los amigos de Eunbi son mis amigos también. Jimin es su amigo, Hoseok es su amigo. —enumeró. —Ese chico es su novio. Los vi, él la hacía reír. —Jungkook se desplomó sobre el sofá, soltando un suspiro de cansancio.

Namjoon hizo una mueca. No podía rematar lo que su amigo había visto. —Lo siento mucho, amigo.

—Tenía la esperanza de que fuera todo una mentira.

—Sé que es difícil, pero es momento de olvidarla. —el chico se sentó a su lado y posó una mano en su hombro.

—¿Este es el fin entonces? ¿Eunbi tendrá un hijo con alguien mas? —Jungkook comenzaba a lagrimear.

—Eso parece. —Namjoon abrazó a su amigo. —Sé que tal vez no sea lo mejor, pero podemos salir de fiesta hoy. Para olvidarte un rato de todo ¿Qué dices?

Jungkook asintió. No le vendría mal un poco de música y alcohol.

Horas después se encontraban en uno de los tantos clubes que había en el barrio de Gangnam. No tenía tantos ánimos, pero se obligó a si mismo a descomprimir un poco. Ya lloró demasiado por Eunbi meses atrás cuando ella decidió desaparecer y no quería seguir haciéndolo. La vida sigue y su juventud se le estaba yendo de las manos, había que aprovecharla. La música estaba un poco fuerte para su gusto y el lugar estaba asquerosamente repleto, pero él simulaba pasarla bien. Con su segundo vaso en mano, bebía el vodka rebajado con jugo frutal a altas velocidades. Eso no era bueno.

—¿Oh? ¿Jungkook? —una voz femenina le llamó la atención cuando le pasaba por al lado.

—Seoyeon ¿Cómo estás? —saludó él.

—Bien ¿y tú? ¡Tanto tiempo! —la chica se veía con varios tragos encima.

—No han sido los mejores meses —el chico se encogió de hombros.

Seoyeon cambió su rostro risueño a una mueca de inquietud. Estaba tan ebria que no se había acordado de algo muy importante: el chico con el que estaba hablando era el ex novio de su mejor amiga. La cual le pidió, muy encarecidamente, que lo evite lo más que pueda.

—Mhm, lamento escuchar eso —sonrió incómoda. —Nos vemos, JK.

—Espera —él la frenó cuidadosamente del brazo. —¿Podrías hablarme de Eric?

Si Namjoon lo hubiera escuchado, ya le habría dado un golpe en la cabeza. Jungkook seguía aferrándose a la idea de que Eric no existía, a pesar de que todas las pruebas demostraban que si.

—¿Quién rayos es Eric? —preguntó ella con extrañeza. Segundos después abrió los ojos, dándose cuenta de su astronómico error. —¡Oh, Eric! El novio de Eunbi. —rio con nerviosismo.

Jungkook la miró con los ojos entrecerrados, no lograba comprender si la chica estaba muy borracha o no sabía mentir.

—Si, él. Cuéntame sobre él.

—Pf, no lo conozco mucho —Seoyeon se encogió de hombros, tomándose del brazo del chico porque casi pierde la estabilidad. —Sólo se que es europeo. Rubio, alto y musculoso. Cómo los actores en las series de Netflix. —lo describió.

El joven frunció el ceño. Comenzaba a confundirse.

—¿Europeo?

—Ajam —ella asintió con seguridad. —De Londres, específicamente.

Un poco boquiabierto se quedó pensando en lo que ambas chicas le habían dicho, sus descripciones no coincidían. Antes de que pudiera preguntarle algo más, Seoyeon se fue tambaleándose a quién sabe donde. ¿Se estaba volviendo loco? pudo jurar que Eunbi le dijo que era coreano y americano. A no ser que fuera un idol de Kpop, no existían los coreanos rubios naturales.

No entendía nada y eso le volaba la cabeza. Comenzaba a entristecer otra vez y para evitarlo bebía más y más alcohol. Tenía una tolerancia alta, por lo que gastó mucho dinero en ese club para terminar en un estado deplorable. Ahogaba las penas con mezclas horribles pero en ese momento nada le importaba. Si mantenía los ojos abiertos todo le daba vueltas y si dejaba de sostenerse de la pared perdía el equilibrio. La voz de Namjoon se escuchaba como un eco lejano a pesar de que el chico estaba a su lado.

—¿Jungkook? ¿Estás bien? —le preguntó Seokjin, uno de sus amigos más grande y más cuerdo del grupo.

—No —respondió con los ojos cerrados. Apoyó la cabeza contra la pared e intentó tomar un poco de aire. —Me voy a mi casa.

—Te llevaré.

El chico negó con la cabeza repetidas veces, mala idea, pues se mareó aún más y ahora se sentía descompuesto. —Me voy solo, quiero caminar.

Salió de ese lugar sin escuchar a sus amigos. Cuando se embriagaba, se ponía testarudo. Ellos sabían que lo mejor era dejarlo ser.
Como pudo y sin tropezar, caminó por la acera, alternando entre bajar a la calle y subir a la vereda. Sacó su celular para marcarle a Eunbi como un acto impulsivo, pero ella no contestó. Le marcó otra vez, y otra y otra; la chica no atendía ninguna de sus llamadas. Jungkook largó un par de insultos en voz alta y amenazó con lanzar su teléfono lejos, pero no lo hizo. Se lo volvió a guardar en el bolsillo y se resignó a caminar hasta su casa.

Soltaba algunas lagrimas rebeldes que se le escapaban sin control, pero no quería hacer mucho drama. Casi una hora después llegó a su apartamento, ya no estaba tan ebrio pues la caminata lo ayudó a recomponerse. Se duchó, tomó un poco de agua y se acostó en su cama.
Esta vez, sin poder evitarlo, comenzó a llorar de forma desconsolada, largando todo lo que se había aguantado estos días atrás. Sollozaba con fuerza y sin cesar, aprovechando que su amigo y compañero de casa no estaba ahí para escucharlo. Cuando ya no le quedaban lágrimas, el chico se relajó hasta quedarse completamente dormido.

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