Capítulo 3: Chispas y Conflictos

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La rutina universitaria se estableció rápidamente, pero la tensión en la habitación 307 solo parecía aumentar. Cada día, Elena y Lucas encontraban nuevas formas de irritarse mutuamente. Los pequeños desacuerdos sobre el ruido, el espacio y las tareas domésticas se convirtieron en batallas diarias.

Una tarde, después de una larga clase de teoría política, Elena decidió tomar un café en la cafetería del campus. Necesitaba un respiro de la constante fricción con Lucas. Al entrar, vio a un grupo de estudiantes riendo y conversando. Uno de ellos, un chico alto con cabello rubio y ojos azules, le sonrió cuando sus miradas se cruzaron.

—Hola, eres nueva aquí, ¿verdad? —dijo el chico, acercándose.

—Sí, soy Elena —respondió ella, un poco sorprendida por el enfoque directo.

—Soy Daniel —dijo él, extendiendo la mano—. Estudio Derecho. ¿Te gustaría unirte a nosotros?

Elena aceptó la invitación y se unió al grupo. La conversación fue ligera y agradable, una bienvenida distracción del constante estrés de compartir habitación con Lucas. Daniel era encantador y parecía genuinamente interesado en conocerla.

Después de un rato, Daniel se inclinó hacia ella.

—Oye, Elena, me preguntaba si te gustaría salir a cenar alguna vez. Hay un lugar genial cerca del campus.

Elena sintió un rubor en sus mejillas.

—Claro, eso suena genial —dijo con una sonrisa.

Justo en ese momento, Lucas entró en la cafetería. Al ver a Elena y Daniel riendo juntos, su expresión se oscureció. Sin pensarlo, se acercó a ellos.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo Lucas, su tono tenso.

Elena levantó la vista, sorprendida por su interrupción.

—Solo estoy hablando con Daniel. ¿Tienes algún problema con eso?

Lucas miró a Daniel con desdén.

—Sí, tengo un problema con eso.

Daniel se levantó, enfrentándose a Lucas.

—¿Y cuál es tu problema, amigo?

Lucas apretó los puños y antes de que Elena pudiera reaccionar, le dio un puñetazo a Daniel en la cara. Daniel cayó hacia atrás, derramando su café. La cafetería quedó en silencio mientras todos los ojos se dirigían hacia la escena.

—¡Lucas! ¿Qué demonios te pasa? —gritó Elena, corriendo hacia Daniel para ayudarlo a levantarse.

Lucas, respirando con dificultad, miró a Elena con una mezcla de arrepentimiento y enojo.

—No es lo que piensas...

—¡No me importa lo que pienses que es! —interrumpió Elena, sus ojos llenos de furia—. No tienes derecho a golpear a nadie. ¡Esto es inaceptable!

Daniel se limpió la sangre del labio y se volvió hacia Lucas.

—Eres un idiota. No sé qué te pasa, pero no volverás a acercarte a Elena.

Lucas abrió la boca para replicar, pero Elena lo interrumpió.

—Vete, Lucas. Ahora mismo.

Lucas miró a Elena, su expresión se suavizó por un momento antes de endurecerse nuevamente. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y salió de la cafetería.

Elena ayudó a Daniel a sentarse y pidió hielo para su labio hinchado.

—Lo siento mucho, Daniel. No sé qué le pasó —dijo, sintiéndose abrumada por la culpa y la confusión.

Daniel sonrió débilmente.

—No es tu culpa. Pero tienes que tener cuidado con ese tipo. Parece peligroso.

Elena asintió, pero en su mente, no podía dejar de pensar en la mirada en los ojos de Lucas antes de salir. Había algo más que enojo en su expresión, algo que no podía entender del todo.

Esa noche, cuando Elena volvió a la habitación, encontró a Lucas sentado en su cama, mirando fijamente al suelo. Sin decir una palabra, se dirigió a su escritorio y comenzó a trabajar en sus tareas, ignorando su presencia.

Después de un rato, Lucas rompió el silencio.

—Lo siento, Elena. No debí hacer eso.

Elena suspiró, sin mirarlo.

—No, no debiste. Pero ya está hecho. Sólo quiero paz, Lucas. No más conflictos, por favor.

Lucas asintió lentamente.

—Haré lo posible.

Elena no respondió. Sabía que las palabras de Lucas no eran suficientes para arreglar el daño, pero era un comienzo. Y mientras el semestre avanzaba, se preguntó si alguna vez podrían encontrar un equilibrio en su extraña y complicada convivencia.
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