Conociéndose

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Ana y Juan comenzaron la universidad en 1992. El primer año estaban en la misma clase, pero apenas reparaban el uno en el otro, hasta podría decirse que se caían mal .

Cuando Juan entraba en clase con sus vaqueros ajustados a ese maravilloso culo en el que entonces no se fijaba, sus botas negras y una camisa de cuadros, soltaba la carpeta encima de la mesa como si la tirara, con un aire chulesco que a Ana le ponía enferma.

A la misma vez, Juan miraba a Ana con cara de desprecio, pensando que era una Charo (Maruja por aquellos años), con la que no se podía tener ninguna conversación interesante.
Así fue transcurriendo el curso, sin hablar una sola palabra, el grupo de amigos de cada uno era distinto también, no tenían nada en común.

Acabó el curso y Ana suspendió prácticamente todas. La economía no le gustaba nada y aún recordaba las palabras de su abuela dándole la lata para que estudiara derecho y ella empeñada en que no le gustaba esa profesión. Quizá si lo hubiera estudiado, al menos habría aprobado, para ella era muy fácil estudiarse las cosas de memoria. Las únicas asignaturas que había aprobado eran las optativas que casualmente las había elegido de derecho.
No aprobó ni en la convocatoria de junio ni en la de septiembre, por lo que tuvo que repetir curso, de esta forma perdió cualquier contacto aunque fuera visual con Juan ya que el sí había pasado de curso. Juan era todo lo contrario a Ana, las asignaturas de razonar se le daban muy bien.
El curso siguiente Ana se aplicó un poco más y aprobó todo, pasando a segundo curso. Juan había estado holgazaneando durante ese año y tuvo que repetir.

En segundo volvieron a coincidir, pero está vez las cosas fueron diferentes. Cuando faltaban a clase e iban a la cafetería a disfrutar  del obligado mus que se  juega en cualquier universidad que se precie, comenzaron a hablar más e incluso a veces subía todo el mundo a clase y se quedaban los dos solos.

Iban a una cafetería fuera de la universidad que se llamaba El Trébol, donde compartían interminables cafés hablando de sus cosas. Ana podía tomarse hasta cuatro cafés solos al día sin que tuvieran ningún perjuicio para ella, en cambio a día de hoy, solo con un sorbo le entran unos nervios que no puede controlar.

Juan aparentemente era un chico bastante serio y un poco borde, pero nada más lejos de la realidad. Pudo observar que tenía una sonrisa preciosa que la cautivó. Podía hablar con el de cualquier tema y Juan también empezó a pensar que las conversaciones con ella no eran tan poco interesantes como había pensado inicialmente.

Así fueron pasando los días y cada vez iban conociéndose un poco más. Ana le contó las anteriores relaciones que había tenido, un chico del instituto con el que estuvo tres años y un compañero de la universidad con el que había estado el año anterior muy poco tiempo, pues en verano ella se dió cuenta que era más un amigo que otra cosa y le dejó por carta ya que cada uno veraneaba en un sitio. Le dijo que cuando se vieran en persona le explicaría más detenidamente como así fue.
Juan contaba poco de su vida, donde había trabajado, sus amigos y poco más, Ana jamás supo si había estado con alguna chica antes que con ella.
Tras meses de esas conversaciones y cafés que tanto disfrutaban juntos se hicieron novios la noche del 2 de Enero, o quizá más bien el 3 porque su apasionado beso tuvo lugar alrededor de la medianoche.
Aquella noche ambos pensaron que todo iría viento en popa y que estaban hechos el uno para el otro.

Poco tenían en común: Ana playa y Juan montaña, Ana calor y Juan frío, a Ana le entristecian los días lluviosos a Juan le encantaban. Pero como suele decirse, los polos opuestos se atraen y empezaron a disfrutar de su relación...

Con amor todo se supera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora