Puede que no

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El buen humor de Sasori casi se había evaporado a la hora de comer del lunes. Aunque había pasado un fin de semana agradable dedicado principalmente a su nueva obra, el rencor de su departamento en la reunión de profesores de esta mañana le había amargado la perspectiva.

De vuelta a su despacho, sintiéndose frustrado.

Tdiotas. No reconocerían el verdadero arte ni aunque se les pusiera a cantar y bailar en la cara, con una brillante boa de plumas.

La alta dirección acababa de aprobar que una parte del presupuesto se detrajera de su propia facultad de arte tradicional. Era para ampliar el ámbito de clases de arte moderno más "experimental" en el próximo curso académico.

Carajo. Lo que le faltaba. Correr el riesgo de dar clases a un cabeza de melón que pensaba que cagar en una caja y traerla cubierta de virutas era su idea de "arte".

Decidió estirar las piernas, ir a la pequeña cocina del departamento de arte y prepararse una taza de té. Después de un rato, empezaba a sentirse más tranquilo. De nada servía dejar que los demás le alteraran tanto.

Sasori dio un largo sorbo a su té, pensativo. Ahora mismo no tenía ganas de trabajar...

Sus ojos se posaron en su teléfono. Se resistió un momento, hasta que la curiosidad pudo con él.

El pelirrojo despreciaba las redes sociales, pero era la principal plataforma que utilizaban algunos de sus parientes del condado. Mantenía un perfil modesto con el propósito principal de vigilar a sus primos pequeños y comprobar de vez en cuando si estaban bien.

Mientras tecleaba "Deidara" en la barra de búsqueda, se sintió impulsado por una actitud de "a la mierda". Era un nombre poco común, estaba seguro de que podría encontrar el perfil del rubio por la zona. Efectivamente, enseguida apareció un "Deidara Iwa". Aunque estaba de espaldas a la cámara en su foto de perfil, aquel mechón de pelo largo era inconfundible. Recorrió algunas de sus fotos de perfil y se rió de la tercera.

En ella se veía a Deidara en la playa, en bañador, bajo la luz del sol. Estaba sentado encima de un castillo de arena gigante, una creación de dragón de proporciones inmensas. La sonrisa que mostraba el rubio fue suficiente para que Sasori pudiera deducir que Deidara había creado él mismo aquella bestia.

"Maldito... tonto. Je." Dijo el pelirrojo en voz baja. Sonrió, reanudando su trabajo.

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El jueves, Sasori sabía que estaba en un aprieto.

Esa noche se quedó despierto, intentando encontrar una postura cómoda. Sin embargo, reconoció que eran sus pensamientos los que le impedían dormir.

Las comisuras de los labios del pelirrojo se levantaron al saber que mañana iría a la cafetería. Con suerte, Deidara estaría allí. Y ahí radicaba su problema. Se había enamorado del rubio.

Sasori sintió un vértigo nervioso en el centro al pensarlo.

Eurgh. Qué lamentable.

Se dio la vuelta, apretando las mantas contra el abdomen, como si quisiera ahuyentar aquel pensamiento.

Pero fue inútil. A la mañana siguiente, se le cortó la respiración cuando pensó en ver a Deidara más tarde.

Apenas sabía nada de aquel tipo, y sin embargo, allí estaba, suspirando por él.

Nada que hacerle, entonces.

Sasori tomó una decisión cuando salió de su despacho a la hora de comer y se dirigió al Orange Swirl con la bolsa en la mano. En realidad, intentaría averiguar algo más sobre Deidara... Se encogió interiormente al ver cómo había vuelto a mirar el perfil del rubio un par de veces más aquella semana. El aspecto que tenía en aquella foto de la playa... podía ver cada curva de músculo en el torso del rubio.

Rutina - SasodeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora