Yo soy el robot

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Hace mucho tiempo conocí a un niño, era débil, temeroso y aburrido. Un día, ese niño conoció a una chica; dicha chica vino y lo ilusionó, le vendió sueños, le hizo promesas falsas y le mentía cada vez que podía.

El niño, al enterarse de aquel hecho tan nefasto, decidió esconderse dentro de un robot. Dentro de aquel robot, no existía nadie que lo pudiera lastimar, nadie que viera sus emociones, nadie que llegara hasta él.

Con el tiempo, ese niño conoció a otra chica; esta parecía ser diferente, era cálida, sonriente, cariñosa y amable. El niño pasaba sus días junto a ella; mientras más tiempo pasaba, más feliz se ponía.

Sus tardes de risas y sus noches expectando las estrellas eran algo que ambos disfrutaban con una genuina conexión. Hasta que un día tuvieron una discusión; ella le preguntó por qué no salía de aquel robot para poderlo sentir; él, por miedo a ser lastimado, se negó a responder e hizo caso omiso; ella seguía y seguía insistiendo hasta que un día explotó.

Le dijo cosas hirientes a aquel niño; para el niño, aquellas palabras dolieron mucho más ahora que estaba dentro de aquella armadura de acero frío. Él se preguntaba por qué dolía más ahora, por qué sentía dolor si estaba dentro de esta coraza impenetrable.

Lo que el niño no sabía era que los sentimientos no pueden ser protegidos con corazas. Él sintió mucho por aquella chica; cuando ella lanzó aquellas crueles palabras, donde reclamaba al niño que siempre estaba sola y nunca estaba para ella, el niño se rompió.

El niño no supo qué hacer más que alejarse. Pasaron muchos inviernos fríos, otoños secos, veranos insípidos y primaveras sin flores. Uno extrañaba al otro y viceversa.

Aquella chica buscó acercarse a él; él, cumpliendo con sus obligaciones, decidió dejarlo para después, pensando que ella lo buscaría de nuevo. Pasaron los meses y no había señales de aquel bello fantasma.

Hasta que un día ella lo buscó; para el niño, ahora convertido en hombre, escuchar aquella voz fue un boom de recuerdos. Su mente se inundó de emociones y sentimientos que él creía extintos.

Ella, con un sonriente hola, le calentó el hielo de su frío corazón, y él no supo cómo reaccionar. Su mente sólo quería pedirle perdón por todo el daño que alguna vez le hizo, pensando que podrían volver a ser como antes.

Ella solo se acercó a decirle que se encontraba mal, que lo echaba de menos y que extrañaba el calor de sus palabras. Pero el hombre no sabe cómo acercarse a ella; él cree que el sentimiento ya se acabó.

Tal vez sólo quiera vengarse por lo que la hizo sufrir. Sencillamente viene como una amiga, y eso es algo inaceptable para ese hombre, porque ella fue su salvadora, fue su pasado, es su presente y quiere que sea su futuro.

Cuando el hombre estaba dispuesto a pedirle perdón, ella huyó; no supo qué hacer. Ella ignoró las señales, y eso causó desespero a su quietud.

Se dice que hasta la actualidad sigue esperando que aquella chica regrese, así sea a decir que lo odia, ya que eso va a tranquilizar su alma y sabrá que lo hizo mal. Quién sabe, capaz ella lo ama y él nunca lo supo.

Capaz lo sigue eligiendo, pero ella no está dispuesta a ser herida. Tal vez te preguntes qué pasó con la armadura; la armadura siempre fue su cuerpo, el cuerpo de un adulto con el alma de un niño que necesitó tiempo para crecer y entender que ella necesitaba a su ser.

Texto dedicado a la mujer amada del autor.

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