Capitulo 1

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Prapai despertó sobresaltado por los golpes fuertes en su puerta. El sonido resonaba en la pequeña y descuidada habitación, haciendo eco en sus oídos. Se frotó los ojos con la manga de su sucia camiseta, tratando de despejar el sueño, pero los golpes no cesaban. Luego, escuchó la voz autoritaria de su padre, retumbando como un trueno.

¡Voy a trabajar! -gritó su padrastro desde el otro lado de la puerta- ¡Más te vale traer dinero hoy o te dejaré inconsciente de la paliza que te voy a dar!- volvio a gritar con enojo

El corazón de Prapai latía acelerado. Soltó un gemido de dolor al incorporarse, sintiendo cada moretón y corte de la golpiza que había recibido el día anterior.

Sus músculos protestaron al moverse, y el dolor en sus costillas era un recordatorio constante de lo que le esperaba si no cumplía con las expectativas de su padre.

Se levantó de su viejo colchón, que estaba tan desgastado que apenas cumplía su función.

Alrededor de él, la habitación era un caos. Ropa sucia esparcida por el suelo, un escritorio lleno de libros viejos y objetos rotos, y las paredes con manchas de humedad que daban a la habitación un aspecto abandonado.

No había calidez en ese lugar, solo una sensación de frío y descuido.

Prapai avanzó tambaleándose hacia el pequeño baño anexo. Abrió la puerta de madera astillada y se encontró con un espacio tan deteriorado como el resto de la casa.

El espejo estaba roto en una esquina, y el lavabo goteaba de manera constante, creando un charco en el suelo. Se despojó de su ropa con movimientos lentos y cautelosos, consciente de cada doloroso movimiento.

Entró en la ducha y giró la perilla, esperando el chorro de agua helada que siempre caía.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando el agua fría tocó su piel, pero se quedó bajo la corriente, dejando que el frío adormeciera sus pensamientos y sus heridas.

El agua helada era una rutina que había aprendido a soportar, una forma de mantenerse limpio en medio de su realidad caótica.

Prapai cerró los ojos, tratando de bloquear el mundo exterior. El ruido del agua era lo único que rompía el silencio de la mañana.

Pero incluso en ese momento, no podía escapar del peso de las palabras de su padrastro y de la desesperación que lo envolvía.

Sabía que debía encontrar una forma de ganar dinero, de otra manera, la noche traería consigo una nueva pesadilla.

Salió del baño con el cuerpo tiritando por el frío. El vapor del agua helada se dispersaba lentamente, y él se acercó al espejo roto, observando su reflejo con una mezcla de resignación y tristeza.

Los moretones y las heridas en su cuerpo eran visibles, testigos silenciosos de la violencia que había sufrido. Un corte en su mejilla, un ojo morado, y marcas amoratadas en su torso le recordaban el dolor constante en el que vivía.

Sus dedos rozaron suavemente las marcas, sintiendo el escozor y la hinchazón bajo la piel.

Se apartó del espejo, sacudiendo la cabeza como si quisiera alejar esos pensamientos. Buscó en el armario una camiseta y unos pantalones desgastados, prendas que habían visto mejores días.

Las costuras deshilachadas y los agujeros en la tela hablaban de tiempos difíciles y de la falta de recursos para conseguir algo nuevo. Se vistió lentamente, cada movimiento un recordatorio de sus lesiones. Incluso al levantar los brazos para ponerse la camiseta, sentía una punzada aguda en las costillas.

Luego, sacó un pequeño botiquín de primeros auxilios de una caja debajo de su cama. El botiquín estaba casi vacío, con sólo unas pocas vendas, un frasco de desinfectante y algo de ungüento.

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