X. Sinfonia de Sombras.

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En la penumbra de un bosque olvidado,
donde la sombra es fin y el eco es letargo,
grité por ayuda, pero tú, impasible,
volteaste el rostro, dejándome varado.

Supliqué por ti, en mi voz el desespero,
mas te alejaste, y la noche se cerró.
Perdido, solo, en la oscuridad inmensa,
sobreviví, renací, mi espíritu se forjó.

Volví del abismo, con cicatrices en la piel,
y tú, que nunca supiste de mi tormento,
no tienes derecho a llorar, ni a arrepentirte,
no puedes preguntar cómo salí del infierno.

En el fuego del dolor, mi alma se templó,
y en mi silencio, ahora yace tu condena.
Yo soy tu reflejo, tu ruina inevitable,
el eco de tus miedos, la sombra que se avecina.

Este día volví a la vida,
escapé de los brazos de la muerte,
una esperanza efímera me abrazó,
pero al tocarla, se desmoronó, quebrada.

El mundo, que en mis sueños era de luz,
se reveló como un infierno disfrazado,
y yo, el protagonista de este ardiente drama,
observé cómo las piezas caían, componiendo su final.

Una sinfonía oscura, en notas de agonía,
todos caeremos, danzando en la penumbra,
bailaremos juntos, en la orquesta del dolor,
hasta que el fuego consuma nuestra última nota.

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