Sinopsis

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19 de Julio, 20237:03 p

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19 de Julio, 2023
7:03 p.m.

Era de noche, y la brisa fresca acariciaba las calles de la ciudad mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Las luces de los edificios comenzaban a parpadear, creando un espectáculo luminoso que contrastaba con la oscuridad que caía. En lo alto de uno de esos edificios, en una azotea alejada del bullicio, Mingo se acercaba a la puerta que daba acceso a la azotea. Era un lugar donde solía encontrar paz, un rincón donde podía soñar y pensar sin distracciones.

Al abrir la puerta de la azotea, Mingo sintió cómo el aire fresco le llenaba los pulmones. Miró hacia el horizonte, disfrutando del momento, cuando algo rompió la calma. Allí, al borde del edificio, había una figura solitaria. La silueta era vaga, oscura contra el cielo estrellado, pero había algo inquietante en su postura.

La figura pareció percibir su presencia. Con un movimiento repentino, dio un paso hacia adelante y saltó al vacío.

—¡No! —Mingo gritó, pero su voz se perdió en el aire. El tiempo pareció detenerse mientras sus ojos seguían la caída. Siete pisos… Siete pisos que parecían interminables. En su mente, todo era confusión; no podía procesar lo que acababa de suceder.

Con manos temblorosas y el corazón en un puño, Mingo sacó su teléfono móvil y marcó rápidamente el número de emergencias. Su voz era apenas un hilo cuando informó sobre lo que había presenciado.
—Por favor… alguien ha saltado desde el edificio donde vivo… necesita ayuda. —Cada palabra le pesaba como plomo en la lengua.

Mientras esperaba la llegada de la ambulancia, su mente estaba llena de imágenes aterradoras: el rostro de aquella persona desconocida antes del salto, las posibilidades de lo que podría haber hecho para detenerlo. Se sentó en el suelo frío de la azotea, sintiendo cómo el pánico y la culpa se apoderaban de él.

—No es tu culpa… —murmuró para sí mismo, repitiendo las palabras como un mantra, aunque no encontraba consuelo en ellas. La verdad era que no había podido hacer nada; se sentía impotente frente a una tragedia que le había caído como un rayo.

Finalmente, el sonido lejano de sirenas rompió el silencio nocturno y poco después llegó la ambulancia. Las luces intermitentes iluminaban brevemente la azotea mientras Mingo bajaba del edificio y alertaba a algunos vecinos sobre lo sucedido. Los paramédicos corrían hacia el borde del edificio con precisión y urgencia.

La ambulancia partió rápidamente con sirenas sonando y luces parpadeantes, llevándose consigo a aquella persona. Esa noche marcaría un antes y un después en la vida de Mingo; una carga pesada que tendría que aprender a llevar mientras intentaba encontrar sentido a lo ocurrido.

Con cada latido de su corazón resonando fuertemente en sus oídos, Mingo supo que nunca podría olvidar esa imagen ni dejar atrás los ecos del sufrimiento ajeno. La vida continuaría para todos menos para aquella figura desconocida que había cruzado su camino por solo un instante.

Los Latidos De PerspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora