Prólogo

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-Ay Eva, no sé cómo decírtelo ya para que me hagas caso, te estás poniendo como una vaca de tanto comer. -Me regaña mi madre y prosigue a pesar de mi cara de tristeza-: me llegan rumores de que tuvo un hijo con una ramera a las que frecuenta, lo han visto yendo a su casa y llevándole juguetes al niño con el dinero que te saca. Si te cuidaras más no tendría que buscar el sexo en otras, también deberías de ir con él a su cortijo de caza para que no lleven prostitutas. Ramón y sus amigos son feísimos, les deben de pagar muy bien a esas mujerzuelas.

-¡Mamá! Tus palabras me hieren y no soporto ese ambiente. Son hombres burlones, carentes de sentimientos y no soporto la caza. -Le explico esperando que me entienda.

-Eres tan tonta, que sepas que eres el hazmerreír de todas mis amigas. No sabes la vergüenza que me haces pasar.

Lloro por sus palabras y ella suaviza su expresión pero su mirada sigue siendo reprobatoria.

-Mira cielo, vas a tomarte en serio la ultima dieta que intentaste. Y vas a intentar ser más cariñosa con él y apuntarte a sus cacerías. A ver si así ese mujeriego deja de hacer escándalos. Porque el divorcio sí que no, un matrimonio por la iglesia es para siempre sino Dios te castiga. Además sería mucho más criticable por mis amigas que abandones a tu marido aunque no tengáis hijos.

-De acuerdo mamá, está bien. -Digo finalmente con obediencia y ella me abraza.

-Esa es mi hija.

Después de que mi madre salga por la puerta voy a la cocina, saco toda la comida basura que hay y la pongo en bolsas de basura. Mi madre tiene razón, ya está bien de llorar con el corazón roto ante los desplantes de Ramón, es hora de que él me vea como la mujer de su vida y que se sienta atraído por mí.
Busco en un archivador, la dieta que seguí la última vez que intenté perder peso y me da asco tan solo al leer algunos de los platos. Soy muy delicada para la comida, lo sé.
Al rato llega Ramón y yo corro a recibirlo con una sonrisa. Aunque no puedo ocultar la preocupación y los celos que siento por lo que mi madre me contó. Sabía que se acostaba con prostitutas pero no que tuviera una familia con una y los mantenga con mi dinero, encima sin decirme nada.

-¿Qué has preparado de cena? -me pregunta con cara cansada.

Trabaja en el puesto de oficina en el que lo acomodó mi padre y a pesar de que no se gana mal, siempre se queja y se lo ve muy cansado por su trabajo.

-No he tenido tiempo para cocinar, he estado tirando la comida basura. Quiero hacer dieta. -Le explico cabizbaja y bastante incómoda.

-Es una pérdida de tiempo, la dejarás a los cuatro días. Te gusta demasiado la comida basura. -Se ríe y añade-: bueno, me iré al bar entonces.

-Iré contigo -suelto apresuradamente aunque no me guste la experiencia que es ir a bares con mi marido.

Me mira bastante extrañado.

-Eva, ¿Tienes fiebre o algo? A tí nunca te ha gustado ir al bar conmigo. Sólo lo hicimos un par de veces al inicio de nuestro matrimonio y desde ahí te cerraste a salir.

Me callo que es por su culpa para no iniciar una discusión y solo me limito a contestar:

-Me apetece salir contigo.

Una vez llegamos al bar, él se sienta unos segundos conmigo en una mesa para pedir las consumiciones. Pero cuando ve que unos amigos llegan, se va a la barra con ellos a beber, dejándome sola comiendo en la mesa mientras él venga hablar y beber con sus amiguitos. Es por este motivo por el cual dejé de salir con él al bar, me dejaba plantada por sus amigos. Y hasta no disimulaba el coqueteo con la camarera, aunque ya es algo más vieja sigue siendo un bellezón. Se nota que a Ramón no le importa nada mis conversaciones, las debe de ver aburridas y eso que según los profesores que tuve en la infancia soy bastante lista, pero este hombre debe de ser demasiado básico para entender mis temas de conversación.
Cuando llegamos a casa, nos acostamos, él se queda dormido pero yo me limito a llorar. Quizás no sea mi físico el problema, sino que este hombre solo se casó conmigo por el dinero. Pero no quiero dejar de intentar unirme más a él, quizás si adelgazo y me pongo más bella empiece a sentir más atracción por mí.

No demasiado vieja para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora