Capítulo 12 //Beso inocente

85 11 0
                                    

(***)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(***)

"Que asco"

Es lo único que puedo pensar cuando veo a Matheo y esa chica —cuyo nombre, francamente, me es irrelevante— seguían besándose, pero esta vez… esta vez la escena era diferente, brutalmente diferente.

No era solo un beso apasionado; era una demostración descarada, casi violenta, de posesión.

El top de la chica, desgarrado o arrancado, yacía en el suelo. Sus pechos, de tamaño mediano, estaban aprisionados por un sostén rojo, al borde de ceder bajo la presión de las manos de Mateo.  La fuerza con que él los sujetaba no era un roce tierno, sino una opresión violenta.

Sus manos no acariciaban, no rozaban; apretaban, dominaban, con una fuerza brutal que transmitía una violencia inquietante y perturbadora. No era un acto de amor; era un acto de poder, una imposición descarada y agresiva.

La imagen, vívida y repugnante, se grabó en mi memoria con una nitidez brutal. 

Me acerqué a ellos, mi corazón latiendo con una mezcla de rabia y asco, y arrojé una de las cuatro bolsas. El impacto fue sordo, casi imperceptible comparado con la explosión de ira que se desató en la chica. Su rostro, antes marcado por una lascivia repulsiva, se contorsionó, una máscara de furia y sorpresa.

—¿Qué te sucede, niña? —siseó, la voz áspera, llena de veneno. El desprecio era palpable, una amenaza velada que cortaba el aire.

Su mirada, penetrante y llena de odio, seguramente intimidaría a otros, pero en mí solo despertaba una extraña sensación de satisfacción, una oscura y fría felicidad. 

Su furia era tan predecible, tan vacía.

Mientras tanto, Matheo, ajeno a mi presencia, ajeno a todo excepto a su propio placer, continuaba su lasciva exploración, manoseando sus pechos y besando su cuello.

—No me da —espeté con calma e indiferencia, mi voz firme y sin emoción.

Le lancé una de las tres bolsas restantes directamente al rostro de Matheo. Él se apartó de la chica con un movimiento rápido, casi violento, y me miró solo por un instante, con una mezcla de furia contenida y dolor en sus ojos.

¿Dolor?

No.

No podía ser.

Tal vez me confundí.

Era solo furia hacia mí por interrumpirlo.

El precio de una noche © [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora