DOS UU

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-¡Yuuki! Ven aquí por favor- Sasuke le llamó desde el pequeño comedor de dos asientos. Mordió su labio mientras pensaba que más agregar a su lista.

Hace dos días, Naruto le había ofrecido cuidar a su hijo a cambio de lecciones de cocina. Ayer, después de trabajar, Sasuke le llamó y acordaron que Naruto visitaría el departamento al día siguiente para hablar sobre hacer de niñero para su hijo... a cambio de lecciones de cocina.

El hecho de que Naruto fuera especial, algo fuera de lo común y muy respetable no quería decir que Sasuke podía confiar en él. No podía entregarle a su hijo a un extraño, especialmente si Yukine no se sentía cómodo con eso. Sasuke tenía que asegurarse de que su hijo estaba a salvo con Naruto tanto como lo estaba a su lado, sino es que más.

Sasuke tenía que actuar de esa forma, no podía permitirse caer nuevamente por otra fachada de ojos amables y sonrisa. Dos características de las cuales Naruto tenía una; ojos azules aunque sin sonrisa, algo que probablemente debería preocuparle pero no lo hacía.

Por el momento había escrito dos listas. La primera eran cosas de Yuuki, su hora de dormir, comidas, cuestiones sobre su personalidad entre otros puntos. La segunda eran dos recetas sencillas, una de arroz con pollo y la otra era el platillo favorito de Yuuki, macarrones con queso hechos en casa.

Se encontraba nervioso por varias razones, para empezar, aún no le había hablado de esto a Yuuki (lo cual pensaba hacer en ese momento) pero también, desde que se divorció no había tenido a ningún hombre alfa en su hogar. Sasuke no había descubierto aún por quien estaba más asustado, si por Yukine o por sí mismo. No sabía si era porque Jūgo lo había traumatizado o porque estaba temeroso de dejar que algo como lo que vivió sucediera de nuevo.

Gracias a todo lo que pasó se había convertido en un omega fuerte, aunque aún era tímido en ocasiones. Algunas veces lloraba por las noches, algunas otras no podía descansar, teniendo que asegurarse cada pocos minutos que la puerta estuviera cerrada, asegurándose de que lo malo se quedara fuera, incluso si eso malo tenía una orden de restricción.

Sasuke trabajó sin cesar durante ese periodo infernal de tres meses. Desde tener que buscar un empleo que le permitiera llevar a su hijo, hasta mantener la cordura por su hijo. Intentaba siempre sonreír mientras estaba cerca de Yuuki, incluso si el pequeño nunca sonreía de vuelta. Aquello no importaba, porque Sasuke sonreía y sí lo hacía, significaba que ellos estarían bien. Yukine nunca sonreía.

Sasuke no recordaba que alguna vez lo hubiera hecho, aparte de cuando era muy pequeño y Jūgo estaba en su trabajo. No era un niño malhumorado, era asustadizo y extremadamente emocional. Yukine era como el gemelo de Sasuke, por dentro y por fuera.

Este momento era decisivo. Apenas habían terminado el desayuno y quería saber el punto de vista de su hijo. Estaba preocupado de cómo lo tomaría, especialmente cuando descubriera que Sasuke ya no estaría con él todo el tiempo pero era algo que realmente necesitaba, algo que ambos necesitaban demasiado. Si encontraba un segundo empleo podría ahorrar dinero e ir de vuelta a la corte para hablar de rechazar la manutención. Yuuki y el podrían mudarse a Alaska, tal como siempre había querido y así se olvidarían para siempre de ese lugar. Su hijo podría comenzar la escuela, hacer algo con su vida (cosa que Sasuke desearía haber hecho.) Podrían comenzar de nuevo y ser felices, lejos de cualquier recuerdo de su pasado.

Alaska era algo que le había sido prometido cuando recién se había casado, pero agradecía que nunca se hubiera mudado, de esa forma un lugar tan hermoso no les había sido arruinando.

-Hola, mi niño precioso- Sasuke llama afectuosamente, estirando sus brazos hacia el pequeño que tallaba sus ojos, cuando llega a su lado, lo levanta con un solo movimiento y lo sienta en su regazo, -¿necesitas una siesta?-

Pequeño Corazón Frío (NaruSasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora