Capítulo 4: El Encuentro

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El viento aullaba con furia, levantando remolinos de nieve que cegaban la vista y congelaban la piel. Kajsa, apenas una joven, luchaba por mantenerse de pie mientras sostenía a su hermano Niklaus, aún más joven, cerca de su pecho. Habían logrado escapar del ataque del oso, pero la batalla no había terminado, pero la nieve caía pesadamente del cielo, cubriendo el mundo en un manto blanco que oscurecía el horizonte. Debilitados por el frío y las heridas, intentaban seguir adelante, pero cada paso se hacía más difícil, el viento azotaba sus rostros y el frío se infiltraba en sus huesos, debilitándolos con cada minuto que pasaba.

Niklaus temblaba, su cuerpo pequeño y vulnerable se hundía en los brazos de su hermana. Kajsa, con el rostro cubierto de lágrimas, apenas podía sentir sus extremidades. Sabía que debían encontrar refugio pronto o ambos perecerían en la nieve

—No te preocupes, Nik, pronto estaremos a salvo— dijo Kajsa, su voz temblando tanto por el frío como por el miedo. Sujetaba a su hermano con fuerza, intentando protegerlo de la feroz tormenta.

Cuando el cansancio comenzó a apoderarse de ellos, Kajsa cayó de rodillas, agotada. Niklaus, que apenas se lograba mantener en pie, se apretó más al pecho de su hermana mayor. Kajsa con las últimas fuerzas que le quedaban, sosteniendo a Nik aún más cerca.

—No puedo... —susurró Kajsa, sus ojos llenos de desesperación mientras miraban el cielo gris—. No puedo hacerlo sola.

La desesperación comenzaba a apoderarse de ella cuando, de repente, una figura apareció en la distancia. Al principio, Kajsa pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada, que la figura era solo una ilusión creada por el frío y el miedo.

—¡Oye! —gritó el joven por encima del rugido del viento. —¿Qué hacen aquí?— La figura se acercó rápidamente, revelando a un joven de cabello oscuro y ojos preocupados. Tristan, un muchacho que vivía en una cabaña cercana había salido a asegurar sus pertenencias antes de que la tormenta empeorara cuando vio las pequeñas huellas en la nieve, siguiéndolas hasta encontrar a Kajsa y Niklaus.

Kajsa intentó responder, pero su voz era apenas un susurro. El joven se apresuró a llegar a su lado, sus manos firmes y cálidas tomaron a Niklaus, mientras envolvía a ambos en su capa gruesa.

Tristan miró sus heridas rápidamente, su rostro endureciéndose al ver el estado en el que estaban. Sabía que necesitaban calor y refugio de inmediato. —No te preocupes, los llevaré a un lugar seguro —dijo, su tono calmado pero urgente—. Mi nombre es Tristan. —dijo el joven mientras levantaba a Niklaus en sus brazos mientras ayudaba a Kajsa a ponerse de pie—. Mi hogar está cerca. Solo aguanten un poco más. Kajsa, con sus fuerzas casi agotadas, se apoyó en Tristan mientras avanzaban por la nieve. Kajsa, con sus fuerzas casi agotadas, se apoyó en Tristan mientras avanzaban por la nieve.

El joven los llevó rápidamente a través de la nieve, con la fuerza de alguien que conocía bien el terreno y no temía al clima. Finalmente, llegaron a una pequeña cabaña de madera, pero acogedora estructura que había construido con su familia, los Arenson, en las montañas. Resguardada entre los árboles, apenas visible en medio de la tormenta. Tristan abrió la puerta y los condujo adentro, donde el calor del fuego en la chimenea los envolvió inmediatamente, el calor del fuego les dio la bienvenida, y Kajsa sintió cómo sus músculos comenzaban a relajarse después de tanto tiempo en el frío.

—¿Qué les ha pasado? —preguntó el joven Tristan mientras los envolvía en mantas gruesas y cálidas.

Kajsa, todavía en estado de shock, trató de encontrar las palabras. Sus labios temblaban, y sus manos no dejaban de sacudirse mientras sostenía a Niklaus cerca de ella. —Un oso... un oso nos atacó a mí y mi hermano— respondió Kajsa entre lágrimas, su cuerpo temblando no solo por el frío, sino también por el shock de lo que habían experimentado.

The Great Mikaelson || Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora