when emma falls in love; g. odoguardi

OO5

CAPÍTULO 5

El sábado por la noche, después de una semana agotadora llena de reuniones y trabajo, el grupo decidió salir a despejarse un poco. El plan era simple: una buena noche con amigos, mucha música, tragos y simplemente disfrutar, sin que hubiera ningún inconveniente.

Todos mi grupo de amigos estaban ahí, incluso los chicos de Entre Nosotros y Areka y algún que otro amigo más que se había sumado. Nuestra mesa ya estaba reservada—irónicamente por Gianfranco—y cuando llegamos, nos dirigimos directo a nuestra mesa, que estaba ubicada cerca de la pista de baile.

Con cada trago, me sentía más liviana, más libre. Todo el estrés de la semana se iba desvaneciendo, y lo único que quedaba era la música, la risa y el momento. Manu y yo nos reímos a carcajadas por idioteces que tan solo nos dan risa por estar bajo el efecto del alcohol, mientras que Agus, como de costumbre últimamente, tiraba algún que otro chamuyo, yo no solía darle mucha importancia, sabía que el era así pero esa noche estaba particularmente insistente. Sentía su mirada constantemente sobre mí, y en algún punto de la noche, me acerqué a el.

Después de varios—o demasiados—tragos decidimos ir a bailar, la pista estaba repleta y nosotros estábamos en el centro, bailando sin parar. El alcohol había hecho su trabajo y todo era un poco más borroso, un poco más atrevido. Agus se acercó más, su mano en mi cintura, su aliento en mi oído. Y antes de que pudiera decirme algo comenzó a sonar 'Hasta el Amanecer'. Una canción que me encantaba y sentí que era perfecta para cantarla junto a el. Lo tomé de la mano y empezamos a cantar mientras bailábamos.

—Lo único que sé, es que quiero con usted, quedarme contigo hasta el amanecer —canté mientras me acercaba más a él, sintiendo el ritmo contagioso de la música invadir mi cuerpo. Agus y yo estábamos rodeados de gente, pero en ese momento, solo existíamos nosotros dos.

—Óyeme, mamacita, tu cuerpo y carita. Piel morena, lo que uno necesita —respondió, siguiéndome la corriente, mientras sus manos comenzaban a deslizarse alrededor de mi cintura, envolviéndome con una firmeza que me hacía sentir segura. Me giré de espaldas, pegándome más a él, dejándome llevar por la cercanía que ahora compartíamos.

—Mirando una chica tan bonita. Y pregunto, ¿por qué anda tan sólita? Ven, dale ahí ahí —me susurró al oído, su aliento cálido sobre mi piel me hacía estremecer. Yo seguía moviéndome al ritmo de la música, sintiendo cada nota vibrar entre nosotros. Estaba tan cerca de él que podía sentir la tensión en su cuerpo, y eso me hacía sonreír, sabiendo que lo que él cantaba, lo sentía por mí.

Agus continuó cantando, su voz baja y seductora, y cada palabra parecía dirigida a mí. —No importa idioma ni el país. Ya vámonos de aquí, que tengo algo bueno para ti. Una noche de aventura hay que vivir.

Sentí una oleada de adrenalina mientras lo escuchaba. Estábamos tan sincronizados, tan conectados en ese momento, que parecía que nada más importaba. Nos movíamos juntos, su cuerpo firmemente contra el mío, y la sensación era tan intensa que casi podía oír mi corazón latiendo en mis oídos.

—Óyeme, ahí ahí, mami, vamos a darle —continuó, su voz resonando en mi oído, mientras sus manos trazaban líneas invisibles por mi cuerpo. Su tono era sugerente, cargado de una promesa implícita que me hacía sentir ligera, casi flotando. Seguimos cantando, nuestros cuerpos cada vez más pegados, sus manos apretando mi cintura con más confianza.

—Rumbeando y bebiendo a la vez. Tú tranquila, que yo te daré, una noche llena de placer —agregó, su tono casi provocador, mientras se inclinaba aún más cerca, hasta que mis caderas estaban totalmente en sincronía con las suyas.

Me giré de nuevo para quedar frente a él, nuestras caras casi rozándose, y le respondí con una sonrisa juguetona. —Cómo tú te llamas, yo no sé. De dónde llegaste, ni pregunté. Lo único que sé, es que quiero con usted, quedarme contigo hasta el amanecer —mis palabras se arrastraron con la música, pero los ojos de Areka no se apartaron de los míos, y en ese instante, todo el bullicio del boliche se desvaneció, dejándonos solo a nosotros.