Prologo

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Siempre habías sido una espectadora en las vidas que desfilaban ante ti, brillantes y ajenas, en el opulento salón del hotel donde trabajabas. Las luces doradas y el murmullo de las conversaciones parecían pertenecer a un mundo tan distante como los sueños que habías dejado atrás. Pero esa noche era diferente.

Buenos Aires vibraba con la euforia de un país entero, celebrando la victoria que había esperado durante décadas. El hotel, elegido para la fiesta más exclusiva, resplandecía como un faro en medio de la noche porteña. Allí, en medio del lujo y el champán, te encontrabas, una vez más, sirviendo a personas que solo conocías por las portadas de artículos amarillistas.

El bullicio de la fiesta llenaba cada rincón del salón, una mezcla de música, risas y brindis que se sentía casi irreal. Te movías entre la multitud con la precisión de alguien que conoce cada esquina de ese hotel de Buenos Aires, el lugar donde habías pasado tantas noches, pero esta era diferente. La ciudad entera vibraba con la euforia de una victoria que había unido a un país, y tú estabas allí, justo en medio de la celebración más exclusiva, organizada para la selección argentina tras su triunfo en el Mundial de Qatar.

Tus ojos recorrían el salón, deteniéndose por un momento en la figura de él, el héroe de la noche, que estaba rodeado de compañeros y fans, todos queriendo un pedazo de su atención. Pero no estabas sola en observarlo. A su lado, su esposa se movía con la gracia y seguridad de alguien acostumbrada a estar bajo los reflectores, su sonrisa tan brillante como las joyas que llevaba. Era hermosa, la imagen perfecta de la esposa devota, siempre presente en su mundo de fama y éxito.

A pesar de la multitud que los rodeaba, sentiste que había algo más en él, algo que solo tú notaste. Fue un instante, una mirada fugaz, pero la chispa que saltó entre ustedes fue innegable. Lo viste mirarte, y por un segundo que pareció alargarse, la distancia entre ambos se desvaneció, cuando tus ojos se encontraron con los de él, algo cambió. Al principio fue solo una mirada, tan breve que podría haberse perdido entre las luces parpadeantes y los brindis, pero no lo hizo.

Sabías que no deberías haberte permitido sentir nada al respecto. Él era inalcanzable, no solo por la fama, sino porque su vida estaba atada a la mujer que estaba a su lado, la misma que reía y conversaba con aquellos que venían a felicitarlos. Pero esa chispa, ese momento en que sus ojos se encontraron con los tuyos, despertó algo en ti que no podías ignorar.

A medida que la noche avanzaba, te obligaste a mantenerte ocupada, a recordar tu lugar en esa celebración. Pero cada vez que lo veías, rodeado de amigos y de su esposa, sentías esa extraña conexión, como si ambos compartieran un secreto que ninguno de los dos estaba dispuesto a confesar.

Hacia el final de la velada, cuando el bullicio comenzaba a disminuir, te encontraste en la terraza, buscando un respiro del calor y el caos del interior, dándote un momento para poder prender un cigarro y olvidarte un poco de la responsabilidad que cargabas. No esperabas que él apareciera allí, pero cuando la puerta se abrió y lo viste salir, supiste que algo estaba a punto de cambiar.Con su esposa a unos pasos de distancia, y la ciudad de Buenos Aires celebrando, sabías que estabas cruzando una línea de la que no habría vuelta atrás.

Porque en su mirada había una promesa de algo prohibido, algo que ambos sabían que no debían permitir, pero que era imposible de resistir. Y mientras el mundo exterior seguía celebrando, tú te preparabas para adentrarte en un juego del que ninguno de los dos saldría ileso.

Illicit Affair (Emiliano martinez )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora