Dicen que el amor, es el sentimiento más fuerte que existe. De alguna manera nubla la razón, hace que sientas mariposas en el estómago. Tienes una razón para ser mejor cada día.
Sin embargo, yo opino diferente. Si hay algo más fuerte que el amor es el odio, sobretodo cuándo llevas años guardándolo.
Siempre esperé una disculpa, un perdón por lo que hicimos de aquellas personas que me habían arrebatado a mi familia, pero eso nunca sucedió. Ni siquiera obtuve su versión de los hechos, es como si cumplida la misión que tenían ya no importó como me sentía. Eso me llena de rabia.
—Estamos a un par de cuadras de la universidad señor —escucho que dice Alfred, el chófer del profesor Henderson.
Por un momento me parece extraño que me avise algo así, luego noto porqué lo hace. Las calles están congestionadas de tránsito. Por pensar tanto ni siquiera lo había notado.
—Caminaré desde aquí, no quiero llegar tarde el primer día.
—Entendido señor.
Apenas piso la acera un aire frío me golpea en el rostro, camino por el paso de los civiles, guardando las manos en los bolsillos. Varias chicas de al rededor dirigen sus miradas hacia mi. No es que me incomode eso me he acostumbrado a llamar la atención.
Suelto un suspiro, acelerando el paso, a medida que camino solo hay autos y más autos, son una fila interminable. De pronto sucede algo que no me esperaba, de un coche color negro baja una chica. Detengo mis pasos al notar su cabellera color rosa. Escucho como se despide con una voz entusiasta de quien sea que se encuentre dentro del auto. Todo sucede rápido pero para mi es como si el tiempo se detuviera. Pisa suave la acera, lleva medias altas de color negro y una falda del mismo color su abrigo es blanco, sólo eso logro notar desde la posición en la que me encuentro. Apenas termina de agitar su mano empieza a caminar a paso presuroso en la misma dirección a la que me dirijo. No me puedo equivocar esa es Anya, también se encontraba atrapada en medio del tránsito. Claro que no me nota pues no se voltea hacia mi, entonces solo sigo caminando pero midiendo la distancia con el fin de no alcanzarla.
Lo admito, si ha cambiado demasiado, no esperaba que esa enana creciera hasta esa altura. Había planeado como nos volveríamos a encontrar el día de hoy. Posiblemente a la hora de almuerzo cuando estuviera acompañada de Becky, pero al parecer al destino se le hizo más apropiado hacer las cosas de esta manera.
La universidad está cada vez más cerca, sin embargo, no esperaba lo que sucede apenas a poca distancia. Dos tipos le interceptan el paso, no parecen ser sus conocidos pues da un paso hacía atrás. Bajando la cabeza, ellos parecen estar molestandola. Frunzo el cejo ante tal escena. Me he detenido a pocos pasos de ella.
—Entonces, ¿a dónde vas preciosidad? —cuestiona uno de ellos.
—¿Qué tal si nos das tu número de teléfono? —agrega el otro.
—Tengo prisa —dice ella únicamente.
Su voz suena más suave y delicada, es extraño volver a escuchar su voz después de tantos años. Trata de avanzar pero ambos le interceptan el paso.
—Sí nos das tu número de teléfono te dejamos en paz.
—Y dinos como te llamas.
Uno de ellos toma un mechón de su cabello. Aprieto el puño y trago grueso saliva. ¿Por qué debería ayudarla? Esta escena frente a mí donde la molestan debería causarme satisfacción. Además ¿Ya no se defiende ella sola? La Anya de antes les hubiera dado ya un puñetazo a cada uno, quizás la situación no le incomoda.
—No quiero verme envuelta en problemas.
Su voz parece una súplica, da dos pasos hacia atrás, ahora está mucho más cerca de mi. Parece que en cualquier momento se echará a correr hacia atrás. ¿Verse en problemas? Quizás porque llevamos el logo de nuestra universidad como un botón, es difícil obtener un cupo y hay muchas personas que esperan una vacante, lo que menos querrían en esa universidad es que sus alumnos se vean envueltos en problemas. Su miedo parece real. ¿No es eso lo que más me convendría? Empezaría a ver realizada parte de mí venganza.
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¿Qué fué del amor? - Damianya
FanficSe dice que después de la tormenta viene la calma. Sin embargo, esa calma nunca llegó para mí.