Un día, cuando me encontraba muy mal, me dijiste que perder un hijo era como perder una parte de tu propia carne y debe ser tan doloroso como muchas madres lo dicen. Pero imagínate que te robaran un pedasito de tu alma , como un pájaro buscando una lombriz (a picotazos). Así es como cada una de las personas que pasaron en mi vida, inclusive algunas veces tú misma, sin darte cuenta, lo hiciste. Me sacaron la luz o la esencia que tenía. Me fui apagando de a poco; sin ir más lejos, me dejaron de gustar las cosas que más amaba. Me alejé de todos mis amigos hasta quedar sin ninguno de ellos. Me hirieron y lastimaron lo más mínimo de mi carne, lo dejaron a medio comer, dejando que la otra parte llegara en estado de putrefacción. Me descompuse, y cuando una persona huele ese olor tan putrefacto de la carne, suele tirarla. Bueno, creo que esa persona que lo olió fui yo, al estar tan cansada de lo que pienso, de la ansiedad, del sentirme tan mal, pero fingir que todo va bien cuando en realidad nada me importa es agotador y no es sostenible. Es un vaivén de tantas cosas, cosas que pesan, cosas que duelen. Tener con quién hablarlo es difícil, por eso creo hacerlo o por ser una egoísta más, sin pensar en el dolor que le puedo causar a los demás, como si mi único dolor es el que importara .