Es loco cómo una persona puede superar una recaída (y fue extremadamente difícil superarla), pero cuando vuelve a recaer, es tan fácil como un niño aprendiendo a andar en bici por primera vez. Así me siento yo, siento una angustia pasar por todo mi cuerpo, como si me pasara una piedra hirviendo a través de mi garganta, y a la vez en los hombros sostuviera dos rocas, arrastrándome a la peor de las angustias que ha sufrido este cuerpo. Siento que mi cuerpo y alma piden ayuda a gritos, raspando las paredes de mi conciencia para dejar de sentir tanto dolor, pero no hago más que fingir que estoy de lo más bien. Sin embargo, llegan esos días de melancolía, angustia, desesperación y tantas emociones más que mi cuerpo me pide ayuda a gritos para no cometer el peor de los actos, pero simplemente lo dejo pasar, como si este cuerpo tuviera que soportar un millón de emociones más, como un saco que nunca se sacia de emociones tan vacías y despiadadas que se apoderan de mi mente y corazón.