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JAKE

Jake estaba nervioso. Sentía que se acercaban a la verdad y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. No importaba la respuesta, no sería nada bueno. No había paz que encontrar en esto. Quienquiera que fuera a destruirlo lo sabía todo.

Pero ¿por qué estaban dando largas?

Jake no había pagado. ¿Por qué el chantajista no soltaba lo que sabía?

Porque no se trataba de eso. Se trataba de venganza. ¿Venganza por Shane? ¿Pero por qué?

Mierda. No tenía sentido.

Una parte de Jake deseaba que el imbécil lo hiciera público ya. Tenía que ser más fácil que cargar con este puto secreto gigante para siempre. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que el público se enterara de que su familia no era perfecta? ¿O que la gente indagara más?

Ese era el verdadero miedo. Que una vez que supieran la verdad, la gente querría saber más y más y podrían llegar a darse cuenta de que el pasado de su familia no era ni siquiera la punta del iceberg en el gran esquema de los secretos impactantes. Ni mucho menos.

¿Cubrir un asesinato/suicidio? Escandaloso, seguro.

¿Una familia de justicieros homicidas? Una sentencia de muerte. Una de verdad.

Heeseung estudió su perfil desde el asiento del copiloto, con evidente preocupación. Jake prácticamente podía oírlo intentando averiguar cómo mejorarlo, cómo hacerlo bien. Y Jake tenía tantas ganas de dejarlo.

Ese era el otro problema.

Cuando Heeseung estaba con él, era mucho más fácil dejarlo arreglar las cosas. Heeseung era bueno arreglando cosas. Era bueno manejando crisis. Era bueno manejando a Jake.

Demasiado bueno.

Antes de Heeseung, Jake había pasado años resolviendo sus propios  problemas. Eso era lo que necesitaba ser ahora. Para la familia. Necesitaba ser el líder. Era lo que se esperaba de él. Era lo correcto.

Pero ahora que Heeseung estaba allí, justo a su lado, a Jake le costaba soltar ese impulso de dejar que él se encargara de todo.

Pero tenía que dejar de  depender tanto de él. Eso era lo correcto. Él debería cuidar de Heeseung, no al  revés.

Mierda.

Jake había dejado que los demás salieran primero de la casa del forense, asegurándose de que estuvieran lejos de su vista antes de pisar el acelerador y adentrarse en la carretera apenas pavimentada.

Pensó en encender la radio, sólo para distraerse de sus pensamientos, pero no se atrevió a levantar la mano del volante el tiempo
suficiente para alcanzar el botón. 

Dio un respingo cuando la mano de Heeseung aterrizó en su muslo, apretando suavemente.

—¿Estás bien?

La voz de Heeseung se deslizó sobre él como la seda. Ese timbre bajo le hizo algo en el interior. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo se comportaba Heeseung como si conociera todos los secretos del universo? ¿Como si siempre supiera lo que había que hacer?

Nunca había habido un momento -ni siquiera cuando tenía dieciocho años- en el que Heeseung no caminara con la confianza de diez hombres.

—Estoy bien —logró decir Jake, aunque era obvio que no lo estaba.

Heeseung le sonrió con satisfacción, observando su erección semidura, su mano deslizándose más arriba por el muslo de Jake a un ritmo diseñado para atormentar.

Maníaco. (HeeJake) MN #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora