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JAKE

Jake se sentía como si hubiera envejecido cincuenta años en los últimos dos días.

Estaba cansado hasta la médula.

Estaba cansado de odiarse a sí mismo, cansado de mentir, cansado de negarse a sí mismo la única persona que había deseado de verdad.

Se moría de ganas de tocar a Heeseung, de ceder a su instinto, a su atracción casi gravitatoria. Pero que Heeseung supiera la verdad no lo cambiaba. El hecho de que aceptara lo que Jake había hecho no hacía que la participación de Jake fuera aceptable.

—Que tú puedas mirar más allá no significa que los demás puedan. Tú solo no puedes jugar a juez, jurado y verdugo —dijo mientras se inclinaba, presionando su frente contra la de Heeseung, queriendo aferrarse a él.

Siempre queriendo aferrarse a él.

La voz de Heeseung era tan cálida. 

—¿Por qué? Llevas años haciéndolo. Te has condenado a esta jodida prisión mental y me llevaste contigo. ¿Cuándo me toca a mí?

"¿Cuándo me toca a mí?"

¿Era eso lo que Jake le había estado haciendo a Heeseung todos estos años? Había pensado que dejarlo ir lo liberaría. Pero entonces, ¿cuándo Jake había realmente dejado ir a Heeseung?

No lo había hecho.

Se había aferrado a él, lo había utilizado y lo había arrastrado una y otra vez. ¿Cuándo sería el turno de Heeseung? ¿Podría ser feliz sin Jake? ¿Podría ser feliz con él? ¿Habría algún momento en que Jake se permitiera ser feliz? ¿En el que permitiera a Heeseung ser feliz?

¿Importaría?

Sus hijos aún no sabían la verdad, y cuando lo supieran, nunca volverían a mirarlo de la misma manera. Tal vez eso era lo mejor. Tal vez simplemente lo desterrarían.

¿Lo elegiría Heeseung entonces?

¿Permitiría que Heeseung lo eligiera?

—Hees... —Jake respiró, cerrando los ojos, sus manos se extendieron y agarraron la parte superior de sus brazos sólo para sentirlo y asegurarse de que Heeseung estaba allí, de carne y hueso.

Para bien o para mal, Jake era adicto a Heeseung... no, eso no estaba bien. No era una adicción. Era como si estuvieran... fundidos el uno con el otro, tan entrelazados que por mucho que los separaras, la conexión nunca se rompía. Sólo tiraban y tiraban hasta que volvían a unirse.

La boca de Heeseung estaba sobre la suya, como si pudiera leer la mente de Jake, un roce de labios apenas perceptible que le robó a Jake la  cordura.

Tardó demasiado en darse cuenta de que Heeseung estaba hablando, sus palmas ahuecando las mejillas de Jake mientras presionaba las  palabras contra su boca.

—Esto no va a salir como tú crees. Tus hijos no van a verte como un  villano. Van a verte como una víctima y van a responder en consecuencia. Van a volcar su rabia contra quienquiera que esté intentando joder a nuestra familia. 

Maníaco. (HeeJake) MN #7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora