Tus labios son bonitos. Es lo que dijo el idiota que está demasiado cerca de mí.
No puedo evitarlo y miro sus labios.
Es extraño cómo esos labios que siempre había visto de lejos ahora están tan cerca de los míos.
Siento su aliento; creo que con esto puedes entender qué tan cerca estamos el uno del otro.
Sus labios rozan los míos y mi mente se queda completamente en blanco. No sé qué pensar, qué decir o qué sentir; todo es muy confuso. No sé ni cómo empezó, ¿es porque dije que sus labios eran lindos?
La distancia entre nosotros aumenta; él es quien así lo decide. Al fin y al cabo, fue un accidente que nuestros labios se tocaran. Me mira a los ojos y me dice con su dulce voz:
Sam: Erick, ¿era esto lo que querías, cierto? Su pregunta me desconcierta: ¿Es esto lo que yo quería? ¿Lo que yo quiero? Su voz me hace entrar en razón.
Es Sam. Aunque ya lo sabía, sabía que eran sus labios los que rozaban los míos, pero verlo a los ojos y confirmarlo hizo que fuera más real.
La distancia ahora se siente ajena. Lo necesito más cerca de mí; ese es el pensamiento que invade mi mente.
Más cerca, más y más, volver a sentir su respiración, volver a sentir sus manos acariciando mi rostro tan delicadamente como si de cristal se tratara, y volver a sentir sus labios sobre los míos. Lo necesito más cerca de mí.
Erick: ¡Sam, por favor acércate! Supliqué como si se tratara de mi vida; es extraño cómo anhelo a este hombre como nunca he anhelado a nadie en esta vida.
Sam respondió a mis súplicas y se acercó. Volví a sentir su respiración, que ahora me tranquilizaba, pero la paz duraría poco. Mi mente vuelve a estar en blanco; lo único que puedo pensar es en besarlo.
¡Quiero besarlo!
Erick: ¡Quiero besarte! Dejo escapar esas extrañas palabras que jamás pensé en decirle a él.
Su respuesta es aún más extraña que aquellas palabras: ¡me beso!
Sus labios y los míos vuelven a rozarse, pero esta vez no es un accidente. Sus labios son cálidos y suaves.
Lo que empezó como un simple roce comienza a intensificarse.
Sus labios succionan los míos como si intentara comerme. Simplemente me dejo llevar y correspondo.
Los sonidos inundan la habitación y el ambiente se vuelve cada vez más cálido. Creo que estamos en invierno y por eso estoy un poco desconcertado. Si es invierno, ¿por qué hace tanto calor?
Sam toma violentamente mi cuello y me pega contra la pared, y el beso vuelve a intensificarse. Ahora su lengua está dentro de mi boca.
¿Qué está pasando? No tengo ni tiempo para analizar la situación.
El ambiente es cada vez más cálido y los sonidos húmedos de nuestro beso, mis gemidos y los de Sam invaden mi cuarto.
Sam coloca su mano sobre mi pecho y la baja hasta llegar al final de mi camisa, donde mueve rápidamente su mano hacia adentro, llegando a mis pezones, los cuales él aprieta. Yo suelto un gemido que es difícil de escuchar, ya que su lengua sigue dentro de mi boca.
Los sonidos húmedos me desconciertan, pero hay un sonido que me desconcierta aún más: ¿es una alarma? No, no es una alarma. ¡Es mi alarma!
Mi alarma que marcaba las 12:30 de la tarde.
¡Maldición!
Erick: Perdí el examen.
Y todo por ese maldito sueño extraño.Erick: ¡Maldito Sam! -Era mi única forma de hablarle después de lo sucedido.-
Sam: ¿Por qué soy un maldito?
Parece que está confundido, y con razón; no tiene ni idea del sueño que tuve y ojalá jamás lo sepa. Eso no quita el hecho de que estoy enojado con él, no con él exactamente, sino con el “él” de mi sueño.
Erick: Lo eres y punto.
Sam: Ok, no preguntar é; solo tengo una duda: ¿qué haces aquí?
Qué pregunta tan molesta. Ni siquiera yo sé por qué estoy aquí.
Erick: ¿Qué pasa, te molesta mi presencia o es que ya no puedo venir aquí?
Sam: Ninguna de las dos.
Erick: Entonces, ¿qué es?
No lo digas. No lo digas. No lo digas.
Es lo único que te pido.Sam: Se supone que deberías estar haciendo tu examen.
Erick: ¡Maldito Sam! -Es un alivio que no hable de lo que pasó ayer, pero igual me molestó solo de pensar en el examen.-
Sam: ¿Otra vez? ¿Perdiste el examen?
Erick: ¿Algún problema con eso? Simplemente decidí que me tomaría un año de vacaciones, así que no más preguntas.
¡Qué excusa tan mala! Ni yo creería eso. Él sabe mejor que nadie que quería entrar en la universidad lo más rápido posible.
Sam: Solo pregunté por tu examen, pero bueno, me sorprende que estés aquí después de lo que dijiste ayer.
¡Maldición, dije que no lo dijeras!
Erick: ¿Qué dije ayer? ¡Yo no dije nada!
Es inútil hacerse el tonto. Él lo sabe y yo lo sé.
Sam: “Tus labios son lindos”.
¡Ah! Aquellas palabras son como estacas que se entierran en mi corazón.
Erick: ¡Cállate! -No me recuerdes algo tan vergonzoso, ¡eres un idiota!-
Sam: Jajaja, sabes, yo pienso que los tuyos son más lindos.
¿Qué está diciendo este idiota?
Erick: ¿Ah?
Sam: ¡Te sonrojaste! Qué lindo.
Erick: ¡Claro que no!
¿Quién sería capaz de no sonrojarse en esta situación?
Sam: ¡Claro que sí!
Erick: Ya dije que...
Sam: Shhh.
Sam puso su dedo sobre mis labios. ¿Qué está pasando? ¿Por qué me está callando de nuevo? Me está molestando.
Sam: Mañana me iré, quédate esta noche conmigo.
Erick: Así de la nada, cambiando de tema... qué idiota... Espera, ¿qué dijiste?
¿Mañana?
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Ahogando un sentimiento
Romansa¿Alguna vez has sentido que si cierta persona se fuera de tu vida ya no podrías vivir? Pues eso es justo lo que le está pasando a nuestro protagonista, Erik, quien está en medio de una tormenta de emociones al descubrir que Sam, su vecino y mejor am...