capitulo 4; A pesar de lo malo.

16 3 0
                                    

A pesar de lo malo, también he tenido momentos muy buenos. Por ejemplo, la primera vez que viví la Navidad, mi nueva familia me enseñó qué se hacía en estas fechas, qué era y cómo la celebraban. Me encantó poner el árbol; las bolas eran rojas y blancas, con luces de colores. Para mí, ese momento fue el más bonito de mi infancia.

Echaba de menos a mis hermanos; quería que estuvieran allí conmigo para enseñarles todo lo que estaba aprendiendo, pero eso no podía ser posible, ya que ellos también tenían una nueva familia.

Cada año vivía la Navidad de manera muy diferente. Al principio éramos muchos, pero poco a poco fue desapareciendo gente de la mesa.

Seguíamos celebrándolo y recordando a las personas que amamos, a pesar de no poder o no estar sentados con nosotros.

El Día de Reyes, mi abuelo vino a despertarme. No sabía qué estaba pasando; me dijo que fuera al salón, y entonces vi que estaba lleno de regalos para toda la familia y también para mí. No sabía que los Reyes se habían acordado de mí. Estaba tan feliz y tan nerviosa que no sabía por dónde empezar.

Les doy las gracias por acogerme, ayudarme y quererme como una hija más. Gracias porque, a pesar de cómo venía, no se rindieron conmigo.

Me costaba mucho adaptarme; mi mente estaba nublada, no sabía bien qué estaba pasando, no podía expresarme, no era capaz de avanzar.

En la escuela fue muy difícil. Era un sitio nuevo, donde no conocía a nadie, no podía prestar atención, no me enteraba de nada, estaba en mi mundo, un mundo del que no quería salir. Era como mi refugio, donde estaba tranquila; mi corazón dejaba de latir tan rápido y mi ansiedad desaparecía.

Así me pasé años y años; no sabían qué hacer conmigo. Decidieron ponerme profesores de apoyo, más libros, más cuadernillos, más horas y mucho sobreesfuerzo. Gracias a todo esto, soy la persona que soy hoy.

Con el tiempo hubo momentos en los que me sentí atrapada en un laberinto, donde las paredes eran construidas por mis miedos, mis inseguridades, y mis cicatrices. Era como si mi mente estuviera encadenada al pasado, un pasado que se repetía en mis pensamientos, impidiéndome ver con claridad.

Entonces entendí algo crucial: no se trata de encontrar una salida, sino de aprender a vivir dentro de ese laberinto, de hacerlo mío, de transformarlo. No podía cambiar lo que había vivido, pero sí podía cambiar la manera en que lo veía, en cómo dejaba que afectara mi presente. Poco a poco, empecé a notar que el laberinto no era tan oscuro, que había luz filtrándose por las grietas, y que esa luz no venía de afuera, sino de dentro de mí.

Mi historia no está escrita en las estrellas ni en las palabras de otros; está en mis decisiones, en cómo elijo levantarme cada vez que caigo, en cómo elijo amarme, incluso en mis momentos más oscuros.

"El Laberinto de Mis Pensamientos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora