prólogo

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—La noche era sumamente fría como de costumbre; la luz de la luna y los faros se reflejaban a través de la amplia ventana de aquel establecimiento en el que me encontraba a tan tarde horas de la noche en silencio. Todo se encontraba en un estado de total tranquilidad perfecto para relajarse y dejar de pensar, pero la puerta del establecimiento abrirse hizo que abandonara mis pensamientos para percibir la presencia de una mujer de cabello rubio y unos hermosos ojos Amber, caminaba lentamente mientras sostenía una expresión enigmática. —

—¡Buenas noches, señorita! ¿Puedo ayudarla en algo? — pregunté tratando de ocultar mi sorpresa. No era de esperar que alguien entrara a estas horas.

—Sí, precisamente vine por algo específico. 

—Creo que se equivocó de lugar, es que este negocio ya cerró hace una hora, entonces no podría atenderla.

—Qué triste, porque venía precisamente a buscar algo de usted. 

—Su voz era tan hipnotizadora que me afectaba como si de una droga se tratara. Cada palabra, cada movimiento hacía que mis pensamientos fueran confusos a tal punto que no sé en qué momento ella ya se encontraba frente a mí. —

—¿Algo de mí? 

—Sí, o acaso, ¿no puedo tener algo de usted?

—Mierda, no sabía qué estaba pasando, pero estaba seguro de que no estaba consciente y me estaba volviendo loco. Por un momento me dejé llevar hacia sus labios por la adrenalina, pero en ese momento sentí un dolor punzante en la espalda. Giré para verla sosteniendo una navaja ensangrentada después de que me apuñaló una, dos, tres y cuatro veces sin piedad, y el mundo se volvió borroso mientras caía al suelo. La mujer se alejó, su figura desvaneciéndose en la oscuridad. Y entonces, todo se volvió negro. —

—Pude escuchar una voz a los lejos que me llamaba y enseguida me desperté sudado mientras jadeaba con lágrimas en mis ojos al momento de visualizar a mi alrededor para darme cuenta no me había pasado nada solo se trataba de un mal sueño y allí alado mío estaba Yorlyne, aquella castaña de pelo corto, mirándome algo preocupada. —

—¿Estás bien, Theo?

—Sí, solo fue una pesadilla —contesté de manera tranquila, pero en el fondo de mi mente, seguía preguntándome quién era esa mujer y qué quería de mí. ¿Era real o solo un producto de mi imaginación? Solo el tiempo lo diría.

—Y así, me dejé llevar por el consuelo de Yorlyne, cerrando los ojos y tratando de olvidar el sueño de mal gusto. Pero algo me decía que esta no sería la última vez que la vería.

Detrás de los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora