The light in the darkness.

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La noche caía pesada sobre St. Louis, la ciudad envuelta en una atmósfera de tensión palpable. Las calles, habitualmente llenas de vida y bullicio, ahora se encontraban silenciosas, como si presintieran los tiempos oscuros que se avecinaban para Lackadaisy. En medio de esa inquietante calma, el Hotel Maribel se alzaba sombrío y frío, con sus luces apenas iluminando las calles desiertas.

Rocky Rickaby, con su andar ligero pero nervioso, se dirigió hacia el hotel. Sabía que era un riesgo enorme estar allí, especialmente en estos tiempos en los que las lealtades eran inciertas y las traiciones podían surgir en cualquier esquina. Sin embargo, algo lo impulsaba a seguir adelante. Necesitaba hablar con Mordecai Heller, aunque no estaba seguro de lo que diría o cómo sería recibido.

Al llegar al hotel, Rocky subió las escaleras de servicio, evitando a cualquiera que pudiera verlo. Se detuvo un momento frente a la puerta de la habitación de Mordecai, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación. Finalmente, llamó cuidadosamente.

El gatillero abrió la puerta con una expresión impasible, pero sus ojos verde oliva reflejaban el cansancio y la frustración que lo consumían. Su apariencia refuerza su imagen de alguien meticuloso y calculador. Su postura es rígida y formal, lo que refleja su personalidad perfeccionista y reservada. Estaba vestido como siempre, impecable, con su traje perfectamente alineado, pero había algo en su mirada que revelaba que la presión de los últimos eventos estaba cobrando su precio.

—¿Qué haces aquí, Rickaby?— preguntó Mordecai, su tono frío y cortante. Cruzó los brazos sobre el pecho de su figura esbelta y ágil mientras recostaba su cuerpo alto y delgado sobre el marco de la puerta.

Rocky, con su usual energía, intentó sonreír, pero no pudo ocultar su preocupación.
—Vine a verte, Mordecai. Sabía que no estabas bien… y pensé que tal vez podríamos hablar.— Torpemente acomodó los lados de su chaqueta.

—¿Hablar?— Mordecai arqueó una ceja con genuina curiosidad. —¿Hablar de qué? No estoy interesado en tus divagaciones sin sentido, Rocky. Estoy ocupado con cosas que realmente importan.— Su tono monótono acompañado de su firmeza habitual.

La tensión en el aire se hizo más pesada. Rocky intentó mantener la calma, pero el tono cortante de Mordecai lo irritó. —Sé que estás buscando respuestas, Mordecai. Lo sé porque todos lo estamos. Atlas… su muerte… nos ha afectado a todos. Pero aislarte no va a ayudarte.

El gatillero entrecerró los ojos con molestia.
—¿Y qué se supone que sabes tú, Rickaby?— replicó Mordecai, su voz cargada de veneno letal.
—Eres un bufón, un imprudente. No entiendes lo que está en juego aquí. Atlas era más que un simple jefe para mí. Y cada día que pasa sin respuestas, siento que me acerco más a la locura. Hum.—  Suspiró.

—¿Y crees que solo tú sientes eso?— El violinista se defendió, su voz temblando con la mezcla de emociones. —Atlas también era importante para mí. Pero no podemos seguir adelante si no estamos juntos en esto. ¡No puedes resolverlo todo tú solo, Mordecai!

—¡No necesito tu ayuda!— Mordecai gritó, su paciencia finalmente quebrada. —Lo único que logras es entorpecer todo. Tú y tus malditas travesuras solo empeoran las cosas.—ñ

Rocky, herido por las palabras de Mordecai, sintió una oleada de ira y tristeza.
—¡No soy solo un bufón, Mordecai! Intento ayudar, pero tú ni siquiera puedes ver más allá de tu propio orgullo. Crees que eres el único que importa, pero te estás quedando solo, ¡y ni siquiera te das cuenta!

El silencio se presentó en la habitación después de esas palabras, cada uno de ellos respirando pesadamente, el enojo y el dolor reflejados en sus rostros. Mordecai apretó los puños, sus garras clavándose en las palmas de sus patas delanteras, mientras intentaba contener su ira. Rocky, en cambio, sentía que las lágrimas estaban a punto de brotar, pero las reprimió, negándose a mostrarse débil frente al gatillero.

In the name of love - Hellerby.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora