Dónde Pedro Pablo lleva a su canario al doctor y Bosco es un lindo veterinario que sólo atiende perros y gatos porque le tiene miedo a las aves.
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Ya casi era hora de cerrar el consultorio, fue un día muy cansado porque parece que fue propuesta común que la gente llevara a sus mascotas al veterinario, no se quejaba, amaba su trabajo, cuando tuvo frente a sí el momento de tomar la decisión acerca de la carrera que quería estudiar no lo pensó mucho, quería ser veterinario, amaba los animales, verlos felices, cuidarlos y curarlos bajo cualquier medio era su mayor satisfacción.
Fueron años complicados en la universidad porque al parecer no solo tenían que acariciar perros o gatos y sanarlos por puro instinto, sino estudiar muchas cosas, la teoría de cada materia lo mataba lentamente; sin embargo, nunca se rindió, tenía un sueño y definitivamente lo conseguiría, así que con el mayor de los esfuerzos consiguió graduarse con un buen promedio y demasiados aprendizajes, y uno de esos aprendizajes fue descubrir una fobia que nunca se había planteado: Bosco tenía ornitofobia, o en otras palabras miedo a las aves y era algo muy estúpido según él, un futuro veterinario con miedo a las aves, igual de lógico que un doctor con miedo a la sangre o un dentista con asco a la saliva.
Bosco nunca pensó que tenía esa fobia, es cierto que a veces cuando veía muchas palomas en los parques huía pero era solo porque estorbaban su paso, o cuando el perico que tenía su abuela le molestaba en demasía, aunque estaba seguro que era por su ruido en realidad nunca se acercaba a él, también en las veterinarias fingía que todas las aves no eran muy importantes y en su lugar miraba cualquier otro animal, estaba seguro que solo se debía a excusas sin importancia, pero cuando su maestro los quiso llevar a un observatorio a estudiar más sobre ornitología, Bosco quería morir, al estar rodeado de tantos vertebrados volando por todas partes, una ansiedad desmedida se apoderó de su cuerpo, sintió también taquicardia y hasta mareos, así que sin pensarlo mucho salió corriendo para tomar aire fresco, luego de eso en una de sus prácticas con un gorrión, estuvo a punto de llorar por el miedo, así fue como todos sus compañeros se enteraron de su fobia y la verdad tampoco quiso ocultarlo, estaba dispuesto a ir por la vida diciéndole a la gente sobre su miedo irracional para poder evitar contacto alguno y quedar en ridículo frente a los demás.
Bosco lo había decidido, al graduarse trataría a perros, gatos, conejos, lagartos, cerdos, caballos o vacas incluso, pero un ave, jamás. Así pues, cuando pudo abrir un consultorio como tanto lo había soñado, quiso colaborar con un amigo suyo para que ambos llevaran ese negocio a ser un éxito, el trato era simple, atendemos a los animales, pero si llega alguno con plumas se encarga Javier, efectivo y práctico.
Llevaban apenas dos años de haberse graduado así que para algunas personas ir a su consultorio no era tan confiable al principio, pero pasados los meses la gente comenzó a notar su buen desempeño y eficiencia, así que ganaron popularidad rápidamente gracias a la difusión a voces. Poco a poco su consultorio estaba más y más saturado, ya sea por simples revisiones de rutina, o por emergencias cruciales, aún no entendían porque seguían siendo solo dos veterinarios, tal vez necesitaban contratar a alguien más urgentemente, un gran ejemplo había sido ese día, estaban agotados porque cada sábado gracias a la idea del mismo Bosco ofrecían campañas de esterilización gratuitas, lo único que pagaba la gente eran los antibióticos posoperación, era un trabajo de corazón pero sin duda difícil y cansado. Eran casi las ocho, así que se prepararon para cerrar, tal vez mañana sería menos laborioso o tal vez acabaría muerto de nuevo, sólo que no precisamente de cansancio.