Prólogo

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Sergio odiaba conducir desde su trabajo a la cuidad de Maranello hasta regresar a su pequeña cabaña ubicada en un bosque, un poco tropical y fresco, pero muy solitario e infestado de mosquitos. Aunque Sergio no tuviera problema con lo último, le estresaba escuchar el zumbido de esos insectos cerca de su oido sin dejarle dormir en ciertas ocasiones. Pero bueno, eso solo sucede cuando llueve muy fuerte.

Y esa noche era prueba de ello.

La camioneta algo fuera de un último modelo, con sus llantas manchadas de lodo y siendo una bestia todo terreno, se adentraba al camino despejado dentro del bosque con sus faroles amarillentas encendidas, alumbrando cómo podía. Sergio estaba agotado, claro que lo estaba. Vivir hace cinco años en medio del bosque no era algo que me encantará tanto.
Los antiguos dueños del lugar le habían dicho al joven pelinegro que a su alrededor se podria encontrar con animales grandes y ciertamente peligrosos. Cómo grandes osos hambrientos, serpientes venenosas y felinos grandes como Leones africanos.

Si leones, pero ¿Cómo llegaron? Nadie sabe, simplemente un día aparecieron y nadie hizo nada para saber porque; pero Sergio ha corrido con suerte de no toparse con ninguna de esas bestias hermosas en su casa alrededor de ésta.

Si Sergio al ver que una ardilla se acerca demasiado a las ventas se ponía histérico.. ¿Cómo sería ver a un enorme animal dispuesto a arrancarle la cabeza de una mordida? El pelinegro no quería imaginar siquiera.

La lluvia era cada vez más fuerte y finalmente el chico llegó a casa, apagó la camioneta y apoyó su frente en el volante, juraba quedarse dormido con el relajante sonido de la lluvia.

Pero, el café caliente y las pantuflas de conejito le estaban llamando y con toda la pereza del mundo, tomó su maletín, bajando del auto apresurado por las gotas de lluvia estaban más que heladas y Sergio sentía congelar sus huesos cuando la fresca brisa chocaba contra él. Subió las pequeñas escaleras para llegar a su puerta y metió la llave en el cerrojo torpemente, pero consiguió entrar y cerrar la puerta detrás de él a la par que soltaba un cansado suspiro.

-¡Casa!-Sergio chilló aliviado subiendo las escaleras de firme madera y a la vez quitaba su corbata roja con cansancio.

Necesitaba una ducha inmediata, y una caliente para su cuerpo entero junto a sus músculos se relajarán y abandonen todo el estrés acumulado por el maldito día que tuvo.

Sergio quería conseguir un departamento en Maranello para no tener que literalmente viajar a ese bosque. No tenía vecinos, ni gato que le maullara, prácticamente era él único habitante, pero ¿Que le hizo llegar a comprar esa cabaña? Sergio estaba harto de que en su antigua casa en Maranello siempre estuvieran vecinos con las escandalosa música de arriba o al lado, odiaba que siempre que dormía un domingo por la mañana la lavadora de la vecina hiciera mucho ruido inclusive golpeara con la pared o inclusive estuviera regañando a sus hijos pequeños por sus travesuras.

Sergio quería paz, vivir en una casa que al despertar, el canto de las aves le den la bienvenida a un nuevo día.

Pero, eso significaba salir de la ciudad y aquí está, metiéndose en la ducha en una casa en medio del bosque y para terminar con broche de oro, lloviendo.

Minutos pasaron y Sergio ya estaba con su bata antiguamente roja, ya que de tantas lavadas se convirtió en rosa, pero no le desagradaba en lo absoluto. Estaba leyendo el periódico que no alcanzó a leer ésta mañana mientras esperaba su café, sintió la fría brisa colarse por la ventana de su cocina, sin dudarlo, se apresuró a cerrarla y cuando reviso su café listo, sirvió este en una taza.

Necesitaba relajarse, últimamente Sergio había tenido una carga pesada en el trabajo y solo quería descansar, por lo que se dirigió a su cómodo sofá y se recostó sobre éste. Podía quedarse dormido, pero el delicioso olor a su bebida favorita le mantenía despierto y sin dudarlo comenzó a beberlo.

León Mimado [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora