Capítulo 2 - Transatlántico

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Dejaron atrás a sus familias, prometiendo enviar dinero en cuanto pudieran, y sobre todo, volver algún día, cuando todo se acomodara. Se despidieron de padres, hermanos y amigos, con lágrimas en los ojos y la esperanza de un futuro mejor en sus corazones. El puerto de Bríndisi fue testigo de su partida, mientras abordaban un barco de vapor que los llevaría a Buenos Aires en un viaje largo y lleno de incertidumbres. 


Hacía dos años que Ángel Innamorato había conquistado el amor de su adorada Berta Bueke. Hoy, con veinte y diecisiete años respectivamente, y después de un mes completo de travesía en buque por altamar, sentían realmente haber dejado su hogar, y llegaban temerosos a tierra americana.


Ambos habían escuchado historias sobre aquella tierra prometida al otro lado del Atlántico, una nación que acogía a inmigrantes con los brazos abiertos. A principios del siglo XX, Argentina se había convertido en un destino popular para europeos que buscaban una nueva vida. Las políticas migratorias del país fomentaban la llegada de extranjeros para poblar y desarrollar la joven nación. El pueblo italiano, en particular, encontraba en Buenos Aires y otras ciudades importantes una comunidad acogedora, con compatriotas que ya habían hecho de esta tierra, su hogar.


La travesía en barco fue una mix de emociones. La bodega estaba abarrotada de otros emigrantes, todos con historias similares. Todos con sueños de una vida mejor. Las condiciones eran difíciles: camarotes estrechos, poca comida y agua, y la preocupación constante por el porvenir. Pero en las noches, cuando la embarcación cortaba las olas bajo el cielo estrellado, ambos salían a cubierta, y entonces Ángel, cantaba a Berta entre susurros. Parlami d'amore, Mariù, era una hermosa canción de Cesare Andrea Bixio con letra de Ennio Neri, que siempre tranquilizaba a su amada. Así se aferraban a la esperanza y se acurrucaban en el amor de un sincero abrazo.

"Come sei bella, più bella, stasera, Mariù. Splende un sorriso di stella negli occhi tuoi blu. Anche se avverso il destino domani sarà. Oggi ti sono vicino, perché sospirar? Non pensar. Parlami d'amore, Mariù. Tutta la mia vita sei tu. Gli occhi tuoi belli brillano. Fiamme di sogno scintillano. Dimmi che illusione non è. Dimmi che sei tutta per me. Qui sul tuo cuor non soffro più. Parlami d'amore, Mariù."


—Tranquila, mi amor —dijo Ángel cariñosamente—, todo va a estar bien.
—No es que tenga miedo, querido —respondió Berta—, es que estoy ansiosa.


El 18 de abril de 1930, Ángel y Berta arribaron al puerto de Buenos Aires. La vista de la gran ciudad era abrumadora y emocionante. El puerto estaba lleno de actividad: trabajadores descargando mercancías, vendedores ambulantes y una multitud de recién llegados, como ellos, confundidos y maravillados. Buenos Aires, con sus calles empedradas y edificios de estilo europeo, les daba la bienvenida. En la aduana, los funcionarios argentinos revisaron documentos y pertenencias. Finalmente, juntos, después de esperar pacientemente, aferrados a su valija y a sus sueños, llegaron a su destino. Con casi nada, salvo la esperanza, comenzaban su camino.


La ciudad era un mosaico de culturas, y rápidamente encontraron una comunidad italiana que les ofreció apoyo y orientación. Esta estaba en plena expansión, y las oportunidades eran muchas para aquellos dispuestos a trabajar duro. Ángel, con sus habilidades para el trabajo manual, encontró empleo en la construcción, mientras que Berta, con su juventud y energía, se dedicó a trabajos domésticos. La vida no fue fácil, pero cada pequeño logro era un paso adelante.

La Raíz de la Nostalgia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora