Es él

5. eres un sinvergüenza

"Venga, te llevo a casa". Acabó diciendo Juanjo.

"Qué caballeroso. ¿Me llevas la mochila también, rey?" Bromeó Martin, levantándose para hacer una reverencia frente a la expresión divertida de Juanjo.

"Si quieres". Se encogió de hombros.

Porque si llevarle la mochila significaba que empezaría a soltarse más con él, le llevaría la mochila todos los días.

"¿En serio?, pues sí que eres caballeroso, sí".

"Mira, cállate". El maño se levantó también, agarrando la mochila de Martin para colgársela sobre un hombro y empezar a caminar hacia la salida.

"Oye, ¿lo decías de verdad?" Chilla Martin, sorprendido. No es lo normal que alguien, así porque sí, te haga un favor.

O así lo percibe él.

Juanjo contesta justo cuando Martin lo alcanza, dándole un pequeño empujón en el hombro. "Que sí, tómatelo como un agradecimiento por dejarme llevarte a casa".

"¿Cómo?, no entiendo nada".

"Eres cortito, eh". Juanjo rodea los hombros del chico con el brazo que tiene libre, sacudiéndolo un poco. "No importa, no me hagas caso".

Dieron por finalizada la conversación y se dirigieron al coche del mayor en silencio.

El viaje fue bastante tranquilo para Juanjo, ya que en esos momentos había poca gente en la carretera y estar con Martin le transmitía una paz que nunca había sentido. Lo único que se escuchaba era la voz del menor indicándole la dirección de casa de sus padres.

Sin embargo, para Martin no fue tan tranquilo. Porque ver a Juanjo Bona de perfil, conduciendo, con gafas de sol y las venas de las manos resaltadas por apretar el volante era de todo menos tranquilo. No podía despegar la mirada de él, se le hacía imposible. No cuando se veía jodidamente atractivo. Ni siquiera le estaba prestando atención a la música de la radio.

Juanjo, haciéndose el chulo, rodeó todo el coche para abrirle la puerta del copiloto y guiñarle un ojo. "Con permiso, rey".

"Me voy a sonrojar y todo". Martin bajó del vehículo un poco más lento de lo normal, encantado de la atención que estaba recibiendo por parte de Juanjo, quién le miraba más de lo normal.

Martin no era tonto. Sabía que era adictivo de ver y de escuchar, que era hipnótico y que poca gente se resistía a mirarle. Era como si tuviera un imán que atrajera todas las miradas. No le encantaba eso, pero tampoco se quejaba. Se podría decir que estaba simplemente acostumbrado.

Ha vivido tantas situaciones a sus 16 años de edad que puede distinguir con los ojos cerrados cuando alguien le estaba mirando el culo.

Y Juanjo lo estaba haciendo justo en esos momentos.

Pero fue la primera vez que se quedó callado. Él solía rechistar, ya que muchas veces esas miradas venían con intenciones mucho más cargadas. En fotos le daba un poco igual, ya que solía recibir comentarios de personas que luego ni se atrevían a mirarlo. Pero en físico eso le asustaba mucho, por lo que acostumbraba a encararles. Pero con Juanjo, como todo al parecer, era diferente.

Así que lo único que hizo fue mover las caderas de una forma un poco más exagerada.

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"¿No estarán tus padres ni tu hermano en casa, no?" Preguntó Juanjo, dejando la mochila en la cama de Martin.

"¿Por?, ¿Quieres hacerme algo y que no estén ellos?

"Si quisiera hacerte algo lo haría hasta con tu familia en casa". Contraatacó, sentándose en la silla del escritorio.

Martin tragó saliva.

"¿Por qué preguntas entonces?"

"Nada, que no me encuentren por la cara en tu casa".

"Álex vive en otra calle, mis padres nunca están". Explica, ganándose una mirada confundida de Juanjo que le incita a continuar. "Tienen una casa en Bilbao, bastante lujosa, a la que van muchas veces".

"¿Y tú no vas"? Insistió Juanjo, bastante extrañado.

"Son cosas de adultos". Zanjó el tema, levantándose de la cama. "Me voy a duchar, siéntete como en casa.

Antes de meterse al baño de su habitación, Martin se giró hacia Juanjo, sonriente. "No me podrás mirar el culo esta vez".

El maño lo único que pudo hacer fue sonreír de forma socarrona, fijándose en, efectivamente, el culo de Martin antes de que este desapareciera por la puerta.

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El vasco salió a los 15 minutos, vestido con únicamente una camiseta de manga corta blanca y unos calzoncillos grises, encontrándose a Juanjo en la misma posición que antes.

"Podías haberte movido del sitio, que parece que estés ahí obligado".

"Se está bien". Dijo únicamente, despreocupado. Estaba más concentrado en averiguar por qué tenía una fijación en Martin.

No había encontrado la respuesta aún.

"Aja. ¿Qué quieres hacer? Apenas son las 11".

Juanjo no respondió verbalmente, sin embargo, dirigió su mirada directamente a los ojos del chico, recorriéndolo de arriba a abajo.

"Eres un flipado, no te conocía yo tan atrevido". Las mejillas repentinamente rojas de Martin contrataban con su tono de voz chulesco, pero no le importaba.

"No he dicho nada".

"Has insinuado cosas".

"¿Ah, sí?". La sonrisa de Juanjo se ensanchó. "Yo creo que eres tú, que estás desesperado".

"Lo dice el que me ha mirado el culo".

"Para comprobar si tus fotos de Instagram son editadas".

"¿Y a qué conclusión has llegado"? Martin se lo estaba pasando verdaderamente bien con esa conversación, se notaba en el brillo de sus ojos.

"Que me has sorprendido, no están editadas". El menor se le quedó mirando fijamente, esperando a que dijera algo más. "Tienes un buen culo, si es lo que quieres oír". Y ahí estaba.

"No era exactamente lo que esperaba, pero me conformo". Vaciló, acercándose a la silla del escritorio.

"¿Qué querías que dijera?"

"Qué sí estabas insinuando cosas".

De repente ambos cuerpos estaban muy cerca. Juanjo tenía que levantar la cabeza para poder mirar a Martin. Él, por su parte, lo miraba desde arriba.

"¿Eso es lo que quieres oír?"

Y cuando Martin asintió, supo que sería su perdición.

"Insinúo demasiadas cosas contigo, Martin".

Ninguno sabe quién cortó la distancia, sus labios chocando les cortó el aliento.

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