1. Pet.

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Londres, Inglaterra

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Londres, Inglaterra.

—¿Ya pensaste en lo que te dije, Louis?

No es la primera vez que se lo pregunta y sin embargo Louis no contesta de inmediato.

Ni siquiera pretende hacerlo cuando es evidente la falta de interés que muestra hacia esta situación que ha estado evadiendo desde hace poco más de una semana en la que se ha negado rotundamente a hablar respecto al tema, o solo quizás, en hablar del tema con el único hombre que ha pasado los últimos cuarenta minutos insistiéndole con una paciencia envidiable por una respuesta que Louis aún no desea darle cuando ha preferido mantenerse en su silenciosa posición, reacio a dialogar con el hombre que ha estado ignorando con suma crueldad, destilando esa rebeldía nata de su ser que con disciplina, Harry ha logrado doblegar más de una vez.

Sabe que está esperando una respuesta adecuada de su parte y en realidad no ha sido su intención ignorarlo cuando desde un principio Louis está totalmente absorto con el objeto entre sus manos, sumergido en su propio mundo tanto que no es capaz de notar la presencia de la menuda secretaría que se disculpa con su novio cuando entra con suma delicadeza en la oficina empujando un gueridón con el propósito de retirar una taza vacía y un par de galletas olvidadas que Louis ya no quiso más.

Por primera vez, desde el par de años que lleva trabajando para aquella empresa, Mary se niega a seguir siendo parte de la incertidumbre cuando tiene el atrevimiento de apartar los ojos de la vajilla entre sus manos para mirar al jovencito frente a ella que no ha tenido la dicha de conocer aún porque Louis raramente está allí, han sido contadas las veces que Louis ha pisado el vestíbulo de la empresa que Mary podría incluso contarlas con los dedos de una sola mano porque su jefe es demasiado celoso como para permitir que la atención de Louis recaiga en alguien que no sea él y posesivo como para soportar que más de un par de ojos se posen en él, en el muchacho que entre sus colegas se rumora con suma discreción es bien conocido como la adoración de su jefe y Mary lo comprende de inmediato.

Sus ojos se abren sin ser capaz de ocultar el pasmo que le provoca la apariencia casi divina del muchacho sentado en el escritorio de su jefe que destila una dulce inocencia carente en los jóvenes adultos de su edad que es imposible para ella que sus ojos lo abandonen ahora que Mary no está del todo segura si la belleza de sus facciones juveniles vacilen en esa pequeña nariz de botón que se arruga frente a los sonidos que emite al fruncir sus delgados labios rosados, o se deba al hecho de que su piel ligeramente broceada resplandezca con encanto bajo la luz dorada siendo acogido por los tenues rayos del sol que hacen brillar su cabello castaño bajo las caricias de la estrella dorada que lo ha proclamado como su hijo favorito, abrazándolo con la tibieza de la tarde que se despide del ángel que se ha perdido de camino al cielo, y cuando Louis repara en su presencia no llega a mirarla a los ojos cuando Harry interviene receloso en un carraspeo que termina por llamar la atención del pequeño sentado sobre su escritorio y la secretaría se obliga a sí misma a apartar la mirada de Louis bajando la cabeza entendiendo la advertencia.

La Petición de Harry Where stories live. Discover now