Capítulo 9

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Capítulo 9: Escuchando al otro lado de la puerta

Sofía estaba sentada sobre un pequeño sillón marrón, sosteniendo el celular con una mano y mirando directo hacia la puerta de la habitación en la que se encontraba

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Sofía estaba sentada sobre un pequeño sillón marrón, sosteniendo el celular con una mano y mirando directo hacia la puerta de la habitación en la que se encontraba.

Su madre fue quien había convertido esas cuatro paredes en su escondite, dentro de aquella casa, tantos años atrás, incluso antes de que su hija naciera. Ella sabía que nunca había sido bienvenida en esa familia, pero amaba al hombre que se convirtió en su esposo y posteriormente padre de su hija, así que no dudó en mudarse a ese nido de serpientes.

En aquel entonces, la pequeña habitación ubicada al fondo del pasillo que conducía a las habitaciones, era un pequeño armario donde ya nadie guardaba nada por la humedad que había comenzado a acumular con el tiempo. Y consultando con su marido, su madre lo fue remodelando y se convirtió en aquella acogedora biblioteca de paredes azules, de un azul tan profundo y hermoso como el cielo al terminar el atardecer.

Y Sofía podría jurar que aun entonces, después de tantos años, el perfume de su madre seguía en cada rincón. Entre las estanterías, los libros, la pequeña mesita que había en un rincón, y en cada almohadón y cuadro que decoraban el vasto lugar.

Se preguntaba cómo su tía no lo había destruido todo como había hecho con tantas cosas luego de la muerte de sus padres. Tal vez si tenía un lado bueno después de todo, pensó en una ocasión, pero luego al mirar bien los ejemplares colocados ordenadamente en los estantes, pudo ver que, en efecto, los libros más apreciados por su mamá ya no estaban, al igual que cada recuerdo suyo que podría resguardarse en esas paredes. Pero el aroma a jazmín no iba a poder eliminarlo nunca.

Sofiia escudriñó una última vez el lugar antes de dirigir su mirada hacia el celular en su mano, y tocando la pantalla puso en pausa la canción que estaba escuchando. Lo guardó en el bolsillo de su pantalón y apoyándose en su manos se levantó de donde estaba sentada en el suelo, apoyando su espalda contra un sillón.

Mientras caminaba a la puerta pensaba en lo que le tocaría vivir estando allí durante los próximos días. Al tomar la decisión de ir a visitar a su abuela no tuvo en cuenta que German podría llegar a aparecer y perturbar su vida nuevamente. Pero ya no había opción, tendría que aguantar. Lo haría. Y empezaría por averiguar el motivo de la estancia del hombre allí esa noche.

Abrió la puerta y salió, el pasillo se extendía frente a ella, iluminado tenuemente por las lámparas de pared.

A medida que avanzaba, sus pasos resonaban en el suelo de madera, alguna que otra crujió bajo sus pies, amplificando el silencio de la casa mientras avanzaba con cautela hacia el estudio que alguna vez había sido la oficina de su papá, sintiendo la intriga y el nerviosismo agolparse en su pecho. El aroma a cera de muebles añejos impregnaba el ambiente.

Para llegar tenía que atravesar el comedor, pues aquel cuarto estaba en un pequeño pasillo junto a la cocina, y a medida que se acercaba, las voces de su tío y su tía se volvían más audibles, formando un murmullo conspirador que le hizo detenerse a escuchar. Entre las sombras, las voces filtraban palabras cargadas de misterio.

– ¿Crees que ella sabe algo? –preguntó la voz de su tía, llena de nerviosismo, como un susurro oscuro.

Sofia, sintiéndose como una intrusa en su propia casa, pegó la espalda contra la pared tratando de no hacer ruido. La llama de una vela aromática sobre una pequeña mesita a un costado parpadeaba cerca, creando sombras danzantes que parecían susurrar secretos oscuros. Y allí, parada frente a una pared que en años anteriores estaba decorada con fotos familiares colgadas, escuchó en silencio.

– No lo sé, pero no podemos permitir que descubra la verdad –respondió su tío, su voz resonando con una solemnidad inquietante.

Sofia contuvo el aliento al escuchar esas palabras. ¿Qué verdad estaban ocultando? Se preguntó. Se quedó inmóvil, una parte de ella temiendo ser descubierta, pero decidida a escuchar más.

Así que siguiendo su lado intrigado, y temerosa de lo que podría descubrir, Sofía continuó avanzando, sorteando hábilmente las tablas sueltas que conocía de memoria. Cada paso la acercaba más al núcleo de la conversación clandestina.

Cuando finalmente atravesó el comedor y llegó al umbral del estudio, las voces se volvieron aún más claras. Se sentía extraña al estar a punto de poner un pie en ese corredor, normalmente, no se acercaba a esa parte de la casa, ya que era territorio exclusivo de sus tíos.

Con el corazón latiendo con fuerza, dio suaves pasos adelante y se acercó con cautela a la puerta entreabierta, asegurándose de no hacer ruido. Las voces se hicieron más claras.

– ¿Y qué hacemos si ella empieza a hacer preguntas? –preguntó su tía, con un tono claramente preocupado.

Sofia contuvo el aliento y se pegó más a la pared junto a la puerta. Esta, antigua y de madera tenía un arte que parecía observarla con ojos silenciosos mientras se abría paso hacia la verdad. Las voces continuaban, ajenas a su presencia.

– Tenemos que mantenerla alejada de todo esto. No podemos permitir que se entrometa. –dijo su tío, su voz resonando con determinación, como si estuviera dispuesto a proteger un secreto oscuro–. Si descubre lo que realmente pasó, estaremos en problemas.

Sofía sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿De qué estaban hablando? ¿Qué estaban tratando de ocultarle? Decidió que tenía que escuchar más, aunque su mente ya comenzaba a llenarse de preguntas y teorías.

– ¿Y si ya sospecha algo? –insistió su tía–. Es muy perspicaz, no sé cuánto tiempo más podremos mantenerla en la oscuridad.

Su tío suspiró.

–Tendremos que ser más cuidadosos. No puede descubrir lo que pasó con sus padres.

Sofía casi dejó escapar un jadeo, pero se cubrió la boca a tiempo. Sus padres... ¿qué tenía que ver con ellos? Se apartó de la puerta, temblando. Decidió que debía salir de allí antes de que la descubrieran.

Se deslizó de nuevo por el corto pasillo, sus pasos ahora más silenciosos que nunca. Su mente estaba a mil por hora. ¿Qué era lo que su familia le estaba ocultando? Necesitaba saberlo, pero debía tener cuidado.

Sus pasos fueron cada vez más rápidos a medida que se acercaba a su habitación. Una vez en ella, cerró la puerta con suavidad y se apoyó contra ella, tratando de calmarse.

Esa noche, mientras se acostaba, Sofía supo que su vida en la Estancia, sus recuerdos y su relación con sus tíos y abuela, todo tomaba un nuevo significado. El susurro de secretos, la conspiración oculta tras las paredes de la casa y entre los árboles del campo, la empujó hacia un camino, pero no sabía si estaba dispuesta a tomarlo.

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⏰ Última actualización: Sep 19 ⏰

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