Capítulo 7

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Capítulo 7: La llegada de German

Una hora antes de que el sol se ocultara ambos se pusieron de pie y con una pequeña sonrisa en el rostro, que parecía no querer desaparecer, se encaminaron hacia la casa mientras que los pequeños rayos de sol iluminaban el camino, y así, entre peq...

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Una hora antes de que el sol se ocultara ambos se pusieron de pie y con una pequeña sonrisa en el rostro, que parecía no querer desaparecer, se encaminaron hacia la casa mientras que los pequeños rayos de sol iluminaban el camino, y así, entre pequeñas conversaciones sobre cosas que les gustaban, llegaron.

A un costado estaba estacionada una camioneta gris, al verla, la sonrisa de Sofía desapareció. Solo conocía a una persona en la faz de la tierra capaz de ostentar un vehículo así. Alguien peor que su tía. El tío German. Hermano menor de su padre.

Sebastián la observó con intriga al ver como se detuvo abruptamente y el cálido color de sus mejillas se esfumaba y le abría paso a la palidez.

−¿estás bien?

−Mi tío. −fue lo único que atinó a decir.

−¿El señor German? −Sofía asintió con la cabeza sin despegar la mirada de la camioneta, preparándose mentalmente para tal truculento encuentro−. ¿No tienes una buena relación con él tampoco? −ella negó−. Entiendo, los trabajadores siempre se sienten intimidados por él, aunque casi nunca se lo ve por el lugar.

−Es peor que ella...

Apenas se escuchó un susurro.

−¿Qué?

−German. Es peor que mi tía, frío como no tienes idea. Nunca me agradó estar en su presencia, con mi tía no tuve elección, pero él... traté de evitarlo toda mi vida.

Sebastián la observaba con atención y estaba apunto de tomarle de la mano, pero se escuchó un carraspeo que los exaltó a ambos.

−Que agradable escucharte hablar así de tu querido tío, sobrina. Me vas a romper el corazón.

Ante ellos se encontraba un hombre de unos 50 años, rubio con canas ya a la vista, vestido con pantalón formal y una camisa blanca sin corbata. Era como una versión masculina y varios años más joven que su tía. Sus ojos eran oscuros, tal vez por la luz de la tarde pero se veían como los de un cuervo.

Desprendía una seriedad que helaría a cualquiera frente a él, incluso a los dos jóvenes que tan solo minutos atrás estaban cómodos entre sí.

La expresión de falsa tristeza en su rostro al observar a Sofía no aportaba nada bueno. Hasta que por fin desapareció y la reemplazó una sonrisa maliciosa.

Observó a Sebastián y volviendo a la seriedad habitual se dirigió a él.

−¿No deberías estar trabajando? −su voz era grave, demasiado.

−Estoy en mi descanso, pero si, ya es hora de regresar. −chico valiente. Se dirigió a Sofía con una mueca de lamento en sus labios−. lamento dejarte sola con él. Ya sabes donde encontrarme si necesitas algo, lo que sea.

−Te lo agradezco mucho, Seb. −él solo sonrió ante el pequeño apodo y tratando de ignorar el impulso de agarrarle la mano una vez más, comenzó a caminar.

Mientras se alejaba iba pensando en la horrible persona que debía ser ese hombre si causaba tanto espasmo en ella. Y en que la estaba dejando a solas en una casa llena de sombras.

Y Sofía se quedó observando su espalda, hasta que ya no lo pude ver más. Tratando de controlar su pequeño temblor, tomó valor y giró para encarar al despreciable ser humano parado con las manos en los bolsillos frente a ella. Que continuaba observándola con un profundo odio en aquellos oscuros ojos.

Noche En La Estancia #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora