CAPÍTULO 8

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Taehyung lo observó en silencio desde las escaleras que daban al dormitorio. Seokjin estaba limpiando la cocina. Su primer instinto había sido el de intervenir, pero se había contenido al ver cómo se movían los labios del hombre. Seokjin estaba murmurando algo para sí mismo, perdido en sus pensamientos y Taehyung tuvo la sensación de que necesitaba ese tiempo para sí mismo. ¿No había dicho que ordenar y limpiar lo beneficiaban, que lo ayudaban a aclarar sus ideas? Así que Taehyung lo dejaría en ello. Había cambiado las sábanas y limpiado el baño contiguo para que Seokjin no sintiera la necesidad de tener que limpiarlo también. ¿Qué más podía hacer? A lo mejor debería liberar algo de espacio en su armario para que Seokjin pudiera colocar su ropa. Eso no debería ser una hazaña demasiado complicada dado que apenas usaba todo el espacio de ese masivo armario empotrado.

Cambió algunas camisetas de sitio, embutió toda su ropa interior en un solo cajón, limpió una sección de las perchas y listo. Misión cumplida. Se sentó a medio camino de las escaleras y esperó a que Seokjin terminara lo que estaba haciendo. Aún seguía perdido en sus pensamientos, murmurando algo mientras frotaba la cocina hasta dejarla limpia. Con cada movimiento parecía que la tensión que se había ido acumulando en su cuerpo se liberaba. Sus hombros se habían relajado y ya no estaban tan tensos, y su rostro se había deshecho del ceño que había aparecido entre sus ojos. Sus movimientos se volvieron más fluidos, menos nerviosos, y un simulacro de sonrisa amenazaba con aparecer en sus labios. Joder, Taehyung adoraba mirarlo. Nunca antes se había permitido hacerlo, aterrado por cómo eso podría descontrolar la ya crepitante atracción que sentía por él.

La primera vez que vio a Seokjin fue como recibir un puñetazo en pleno estómago. Lo dejó sin aliento. Jongseo lo había llevado a casa de sus padres para cenar y esa tímida sonrisa le había encandilado desde un primer momento. No solo era bello, sino que tenía un aire cálido y vulnerable, y ahora que lo conocía mejor, entendía de dónde venía todo ello. Seokjin quería ser amado y oh, cómo ansiaba Taehyung ser la persona que lo amara. Quería cuidarlo. Quería que se quedara con él. En su momento, pensó que esa emoción se desvanecería, pero sus sentimientos por Seokjin solo se habían fortalecido desde ese primer encuentro y, como resultado, decidió que debía poner tierra de por medio y mantener la distancia. ¿Cómo no hacerlo cuando el hombre del que se estaba enamorando estaba con su hermana?

Taehyung adoraba el sexo y no discriminaba demasiado, pero se alejaba de todos los tipos que estaban en una relación. Con Seokjin, le supuso mucho esfuerzo conseguir eso. Pero ahora todo había cambiado. Seokjin era un hombre libre y, teniendo en cuenta la forma en la que Jongseo había terminado las cosas, Taehyung consideraba que no le debía ningún tipo de lealtad. Ya no. Bajo otras circunstancias, puede que hubiese considerado rastrero ir tras el ex de tu hermana, pero no en este caso. Taehyung estaba decidido a ser el hombro en el que Seokjin pudiese apoyarse. Si Seokjin se había sentido mínimamente atraído por otros hombres en algún momento del pasado, Taehyung podría ofrecerse voluntario para ser el primero con el que experimentar.

Seokjin dio un paso atrás para inspeccionar la cocina, giró sobre sí mismo y cuando alzó la mirada, se sobresaltó. —¿Cuánto tiempo llevas mirándome?

Taehyung se puso en pie y bajó las escaleras. —Diez minutos, a lo mejor. No quería interrumpirte. Parecía que necesitabas algo de tiempo para organizar tus pensamientos.

Un encantador rubor comenzó a teñir sus mejillas. —Lo necesitaba. Gracias.

—No es algo de lo que tengas que avergonzarte —dijo Taehyung.

—Es un poco extraño necesitar limpiar y ordenar —dijo Seokjin encogiéndose de hombros—. Especialmente, en una casa que no es tuya.

—Si solo fueses a pasar una o dos horas aquí, estaría de acuerdo, pero vivirás en esta casa por un tiempo. Eso significa que tienes derecho a establecer ciertos estándares en tu entorno. Teniendo en cuenta que no me has exigido limpiar a mí, sino que lo has hecho tú, diría que es un compromiso con el que ambos podemos vivir.

DEJADO (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora