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Matías rascó discreto su talón descalzó con su otro pie, al tiempo que esperaba. El hombre en traje a su lado le hizo una señal para que pasara a firmar y él lo hizo, dando un pequeño trompicón al escritorio del notario.
—Perdón, es que no raya —él garabateó un poco con la pluma que le dieron para luego probarla en su mano—. Ah, no, para, sí raya. Perdón.
Los hombres en traje a su alrededor hicieron una cara, y el que estaba encargado de él rodó los ojos, negando.
—Aquí también por favor —el notario le pidió y Matías firmó de nuevo. Su firma eran un par de estrellitas juntas y una carita feliz, mientras que lo que estaba firmando era el testamento de su tío abuelo—. Listo, ahora, si me pudiera regalar una más.
—Piden muchas firmas acá ¿No? —Matías preguntó, pero nadie en el salón le respondió, así que él solo apretó los labios.
Okay, parece que acá les mola el silencio.
Finalmente, él terminó de firmar y los hombres en traje le dijeron que todo estaba listo. El que había estado con él desde el inicio de la reunión se le acercó.
—Los papeles actualizados de la casa llegarán en doce días a lo mucho. Hasta entonces.
Matías trató de detenerlo.
—Espere, pero ¿Quién se supone que venga o...? Tsk, viejo maleducado —masculló cuando el hombre solo se dio la vuelta, bajando las escaleras de piedra hacia el jardín principal para dirigirse a la salida.
Matías se giró hacia la mansión ahora vacía. Balanceando sus manos con los papeles que le habían dejado ligeramente.
¿Y ahora qué?
Él respiró. Las antigüedades y cuadros de la casa parecían mirarlo de vuelta. Él había crecido rodeado de ellas, pero nunca les había terminado de coger un cariño. Nada de lo que había ahí significaba algo realmente para él.
Sin embargo.
Él subió las escaleras a la que era su habitación de la semana. Con todo el espacio que había ahí y todo el tiempo que él tenía libre, Matías había decidido que cada semana iba a dormir en una alcoba diferente. Ya sabes, para no aburrirse. Y, aunque al inicio había sido divertido, ahora era un poco algo parte de su rutina.
Con cuidado, él desató el listón negro de la blusa que había usado para el funeral. El entierro había sido algo simple, solo unas pocas personas habían ido; los hombres en traje de antes, unos curiosos del pueblo que estaba subiendo el pantano, y él. La esposa de su tío abuelo se había ido hace un par de noches, terminando la misa, Fabiola, no sin antes despedirse de Matías.
"Yo sé que tú entiendes" le dijo.
Pero, Matías no entendía, no realmente.
Él apretó los labios, mientras se terminaba de desvestir. No quería pensar en eso. Él se puso su ropa del diario, unos shorts marrones, una camisa blanca de mangas largas y encaje en el pecho, y sus calcetas para poderse deslizar por los pisos de madera de la mansión y acostarse a jugar mayong en las alfombras.
Él no sabía qué iba a hacer el resto del día, así que fue a la cocina primero a buscar algo de comer. Su tío siempre tenía alcohol en las estanterías, y caviar en la nevera, pero Mati no era muy fan de ninguno de los dos más que cuando Fabiola lo invitaba a embriagarse. Sin embargo, este no era el momento.
Mati sacó la mermelada de la nevera y tomó pan para hacerse un emparedado. Dionisio, el encargado de la cocina, solía comprarle a Mati uno u otra cosa para que él comiera en el día, cosas que, él decía, a los muchachos les gustaba comer. Él le había preguntado a Matías si había algo en lo que le pudiera ayudar para el funeral, pero Mati había decidido darle el día. En la funeraria le dijeron que el café para los asistentes iba en el paquete después de todo.
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LAS FLORES DEL PANTANO || MATIAS RECALT X ENZO VOGRINCIC FANFIC
FanfictionCorre el año de 1975, la homofobia no existe y el joven de 19 años, Matías Recalt, acaba de quedarse solo en un mundo que no conoce más allá de las paredes de su mansión. Es una suerte que, antes de morir, su tío abuelo le hubiera contratado a un ab...