Fou d'amour

8 1 2
                                    

Me desperté de golpe, como si me hubieran lanzado un balde de agua fría. El corazón me latía con fuerza mientras intentaba procesar qué demonios estaba pasando. Aún medio aturdido, vi a Jennifer y Lianette frente a mí. Jennifer tenía una expresión que combinaba incredulidad y furia, mientras Lianette miraba con una mezcla de preocupación y confusión.

—¿Qué demonios te pasa, Michael? —Jennifer me confrontó de inmediato, con la voz cargada de enojo—. ¿Por qué estabas durmiendo en las escaleras? ¡Ni siquiera llegaste a casa anoche!

Lianette, con su mochila colgada de un hombro, me miraba fijamente, esperando una explicación. Tenía que pensar rápido. No podía permitirme el lujo de decir la verdad, así que opté por la mentira más plausible que se me ocurrió.

—Lo siento, Jen... —murmuré, tratando de sonar convincente mientras me levantaba con dificultad—. Venía muy cansado... había tenido una noche de mierda en el trabajo, y cuando llegué, me senté un momento en las escaleras y... simplemente me quedé dormido. No era mi intención preocuparlas.

Pero Jennifer no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. Sus ojos ardían de sospecha, y no la culpaba. Ella sabía que algo estaba mal, que no estaba diciendo toda la verdad. Sin embargo, por más que insistía en saber qué había pasado realmente, yo solo repetía la misma historia, tratando de mantener la calma, incluso cuando mi cuerpo apenas podía sostenerse.

—¡Siempre es lo mismo, Michael! —exclamó, su voz subiendo de tono mientras Lianette bajaba la cabeza—. Siempre llegas tarde, con excusas baratas. No puedes seguir así... No podemos seguir así.

—Lo sé, Jen... lo sé. —Intenté acercarme a ella, pero me detuve al ver que Lianette seguía mirando al suelo, evitando mi mirada—. Pero te prometo que no fue nada más que eso. Estoy agotado, pero estoy aquí, ¿vale? No quise asustarlas.

Jennifer bufó, claramente insatisfecha con mis respuestas, pero noté que empezaba a calmarse un poco. Sabía que no podía seguir discutiendo ahí, en medio de las escaleras, con Lianette presente y con ambos tan desgastados.

—Mira —continué suavemente, intentando inyectar algo de sinceridad en mis palabras—, si quieres, podemos hablar más tarde, cuando regreses,Solo quiero que sepan que no hay nada de qué preocuparse.

Jennifer finalmente dio un suspiro largo y profundo, sacudiendo la cabeza. Sabía que no estaba convencida, pero por el momento decidió dejarlo pasar.

—Vamos, Lianette —dijo, tomando la mano de nuestra hija—. Es hora de ir a la escuela.

Lianette levantó la cabeza, dándome una mirada rápida, antes de seguir a su madre. Me quedé ahí, viendo cómo se alejaban, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que la mentira se estaba desmoronando lentamente, y que no podía seguir así mucho más tiempo. Pero por ahora, lo único que podía hacer era mantener las apariencias.

Jennifer y Lianette se fueron en mi auto, dejándome parado en las escaleras con una sensación de vacío. El sonido del motor alejándose se desvaneció rápidamente, dejando solo el eco de mis propios pensamientos. Subí lentamente las escaleras, cada paso más pesado que el anterior. Cada vez que levantaba un pie, sentía que el cansancio me arrastraba hacia abajo.

Finalmente, llegué al departamento y abrí la puerta con un movimiento automático, casi sin pensar. Apenas crucé el umbral, me dirigí directo al sofá. El mismo que había limpiado con tanto esmero la noche anterior. Mi cuerpo se desplomó sobre los cojines, y el silencio del departamento me envolvió.

No pasó mucho tiempo antes de que el agotamiento hiciera su trabajo. El peso de la noche anterior, los enfrentamientos, la tensión con Jennifer, todo se desvaneció en el momento en que cerré los ojos. Y así, sin resistencia, me hundí en un sueño profundo y sin sueños, una breve tregua en medio del caos que era mi vida.

El Monstruo Tiene un Nombre (The Monster has a name) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora