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Era 11 de Noviembre cuando todo se desbarató

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Era 11 de Noviembre cuando todo se desbarató.

Un ruido fuerte deja a todos impactados y no me refiero a esos pasos parsimoniosos. Es algo mucho más propenso a sufrir un colapso.

Me falta oxígeno en los pulmones y el corazón me da un vuelco. El lugar es oscuro, pero al otro lado del hueco hay una pequeña redecilla. Puedo ver cómo las nubes ya se mezclan con el humo.

Todo me da vueltas y apenas siento mis piernas moverse cuando algo duro cae sobre mí. Su aspecto es sombrío sumido en la desesperación. Corrientes de aire recorren heridas de lucha y desgaste físico. Tengo ampollas en las manos y el rosa de mi cabello se ha vuelto en un rubio opaco. Las lágrimas ya se me han formado en los ojos.

El tiempo se detiene.

Llevo un vestido hermoso pero una nunca sabe para qué lo usa. Todavía no comprendo cómo pudo haber pasado. No sé de dónde salió esa chica ni en qué momento sucedió.

Tiritando, lo escucho gemir de dolor y me quedo observando las gotas que caen. Desde luego, supe que todo había cambiado para mí. Ha sido la peor noche de mi vida y aún me sigo sintiendo vacía.

Todo queda proyectado en esos espejos que están colgados en las paredes y vuelven esas mismas luces chispeantes.

Bengalas en el cielo, risas en el aire,  y copos de nieve.

Octubre, noviembre, octubre, noviembre... Da igual. La velocidad y los gritos reinciden en todo momento y eso no nos detiene. 

Todos estamos conmovidos y deshechos. Rotos por dentro y por fuera. Desangrando y removidos por la herida.

Un minuto de silencio, solo un minuto de silencio.

¡¡¡Santo Dios!!!

No sé en qué momento se ha estropeado todo. No logro entenderlo. Mi alma se llena de heridas irreparables, adición a lo que alguna vez sentí. Me destroza el alma. Me ahogo tanto que mis pulmones se debilitan.

Mi mente está llena de recuerdos y acontecimientos agrios que sustituye  momentos de pura satisfacción.

Un líquido salado cae en mi rostro y se diluye en mi interior.

La vida golpea de todas las formas posibles y una de ellas es esta.

Sientes como si te quitaran un pedazo de ti. Tu alma y mi alma corroídos por la misma intensidad.

Gimoteo y me enfrento a lo que más temía.

¡Qué manera de acabar así!

El dolor me tatúa y me enseña más canciones tristes.

Paseo la mirada con sumo cuidado y aún tengo los brazos pesados.

Es un monumento de la tristeza.

Todo, absolutamente todo, deja de funcionar.

Quiero deshacerme de este entumecimiento en el pecho y ver atrás como si fuera lo único que me importara. Eso es mejor que ver hacia adelante porque, no hay nada que me haga sentir feliz.

¡¡No puedo!! ¡¡No puedo!! ¡¡No puedo!! ¡¡No puedo!!

¡¡Juro que no puedo!! ¡¡Juro que no puedo!! ¡¡Juro que no puedo!! ¡¡Juro que no puedo!!

¡Esto tiene que ser una pesadilla! ¡Esto tiene que ser una pesadilla! ¡Esto tiene que ser una pesadilla!

Nunca imaginé que podía pasarme algo así.

La herida es lacerante.

Me niego a creer que esto esté pasando. Quiero hablar pero las palabras se las lleva el viento. Estoy llorando y apretando cada vez más fuerte. 

Nadie puede pararlo.

Truena.

Azota.

Retumba.

Fulgura.

Rehíla.

Resopla.

Enardece.

Paraliza.

Se desnivela mi respiración y mis poros están enrojecidos. Mis dientes se tocan y pasa como una hoja fina por mis labios. Rápidas descargas deambulan en mi flácido cuerpo y me conduce a un bucle del desahogo.

Aprieto Ctrl+Z y pongo reiniciar disco duro. Volvamos aquel primer día en que nos conocimos. 

 

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Amarte es un pecado [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora