Capítulo 10

10 4 0
                                    

Capítulo 10

Siento su tacto y mi alma se despierta. Su roce es delicado, pero me deja jadeante.

Mi pecho arde, la pasión me consume. Cada vez que me acerca, siento que me sumerjo en un bosque de emociones.

Su aroma es espléndido, me transporta a un reino de ansiedad. Los músculos se tensan bajo mi piel, mi pulso late con frenesí.

Respiro y siento una descarga de deseo recorrer mi cuerpo. Sus manos se mueven con una sensualidad que me hace sentir vulnerable y seducida.

Pero... es mi hermano. Rhys.  ¿Cómo puedo sentir esto por él?

No sé qué fuerza magnética me atrae hacia él, pero sé que no me puedo resistir. Estoy atrapada.

Solo sé que necesito sentir su calor, su aliento en mi piel. Es una obsesión, una fascinación que me consume.

No puedo controlarla. No quiero controlarla. Quiero sentirlo todo, quiero perderme en él.

Dios mío, su presencia me deja sin aliento. Su belleza es impactante, una obra de arte que me hipnotiza. Las facciones de su rostro, perfectas, y esos brazos fuertes que parecen hechos para protegerme, pero también para lastimarme.

Debería odiarlo, debería haberle dado un golpe por su osadía. Sin embargo, mi corazón late con fuerza y mi alma se siente atrapada.

Sin pensarlo, me lanzo hacia él, mi cuerpo traicionando mi mente. Por fortuna, logro escapar por debajo de su brazo. Él me sonríe con una mirada divertida.

Un suspiro de liberación escapa de sus labios y se acerca, llenando el vacío entre nosotros. Su cercanía es una tortura dulce que me hace sentir viva.

Me siento débil, rendida a su encanto. Su mirada me atraviesa, y yo me pierdo en sus ojos.

—¡No te me acerques! —exclamo con voz temblorosa, apartando sus manos de mi rostro.

—¿Por qué no? —pregunta, su voz baja y seductora.

—Porque... no está bien —balbuceo con ansiedad—. Vivo pensando que tú eres parte de mi propia destrucción. Creo que haces esto no porque me quieres, sino para tu propio beneficio. Ves en mí un alma débil, a punto de romperse.

Su mirada se intensifica, como si buscara algo en mis ojos.

—¿A qué le tienes miedo? —indaga, su voz llena de curiosidad.

—A ti —susurro, con la cabeza gacha—. A lo que puedes hacerme sentir.

Rhys ríe en voz baja, saca la cajetilla de Pall Mall y se coloca un cigarrillo entre los labios. Luego, enciende un mechero plateado que había guardado en el bolsillo de su chaqueta.

—No puedo permitir que sigas viviendo con nosotros. No puedo dejar que me mires de esa manera como lo has estado haciendo. 

Rhys levanta una ceja.

—¿A qué te refieres?

—Estás aquí no porque quisiste impresionarme con tu actitud de chulo pijo, como el hermano mayor —continúo—, sino porque eres un maldito embustero. Eso ya es un agravio.

Rhys se acerca, su mirada intensa y provocativa.

—Y da igual si eso es lo que sale de mí.

—Eres un intruso que se ha colado en mi casa, en mi vida y en todas esas partes que me pertenecen. Me enferma desde adentro hacia afuera.

Siento una oleada de rabia y miedo.

—Si eso te molesta tanto, entonces dime... ¿Por qué te sonrojas al verme? ¿Qué te hago sentir?

Amarte es un pecado [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora