Capítulo 3

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¡Bienvenidos pecadores!

Capítulo 3

Durante el atardecer, me refugio en mi habitación, intentando escapar del mundo exterior que parece haberse vuelto del revés. Mi mente está llena de preguntas y dudas, y no puedo evitar pensar en cómo mi vida ha dado un giro inesperado. La oscuridad exterior parece reflejar mi estado de ánimo, y me siento perdida en un mar de incertidumbre.

Para cuando escucho un suave golpe en la puerta. Me quejo del ruido, pero mantengo la calma y hablo con las sábanas cubiertas. 

—¿Quién es? —pregunto, sabiendo que solo una persona se atrevería a interrumpir mi soledad.

—Soy Nana —responde una voz suave al otro lado de la puerta, como un susurro de tranquilidad en medio de la tormenta.

Desajusto el pestillo y Nana entra sentándose junto a mí.

—Mi niña, ¿te encuentras bien? —me pregunta, su voz llena de ternura.

—No puedo lidiar con esto —respondo, inhalando profundamente, como si tratara de encontrar aire en un espacio vacío—. Trato de mantenerme lejos de Rhys, pero cada vez que lo hago, sucede lo contrario.

Me mira con una expresión de comprensión, como si entendiera el tormento que me consume.

—Lamentablemente, tendrás que verlo —me dice, su voz suave pero firme—. Esta mañana le escuché hablar a tu padre que cuidara de ti.

Siento una mezcla de emociones: rabia, frustración y confusión. La idea de que mi padre se entrometa en mi vida me hace sentir atrapada.

—¿Por qué se esmera tanto? —pregunto, sintiendo una lágrima rodar por mi mejilla, como una gota de lluvia en un día de tormenta.

Se encoge de hombros, como si no tuviera respuestas para mis preguntas.

—Ya conoces a tu padre.

—Y cada vez hace que confíe menos en él —protesto, sintiendo la rabia oprimirme, como un peso que me aplasta.

Me toma la mano y me la aprieta suavemente, como si tratara de transmitirme fuerza.

—Ya verás que pronto mejorará —me dice, con una sonrisa tranquilizadora, como un rayo de sol en un día nublado.

— ¿Cómo? Me esfuerzo por muy complicado que sea — digo, mi voz llena de determinación, mientras camino hacia la ventana y apoyo mi rostro en el cristal frío, buscando una sensación de calma en medio de la tormenta que se desata en mi interior.

— Blake, sé fuerte, pero ya no sigas interviniendo — me advierte, su voz llena de preocupación —. Puedes salir herida. Arriesgarte es una de tus cualidades, pero no creo que puedas detenerte.

Me dirijo al fondo de un mar oscuro, sin miedo a las profundidades desconocidas.

— Cuando deseas destruirlo con todas tus fuerzas, el resto ya no importa — digo sin titubear, mi voz firme y decidida.

— Blake... —intenta interrumpirme, pero la detengo con un gesto.

— No hay nada mejor que eso — le digo, dejando que las palabras fluyan como un río que se desborda —. Parece que tengo suficiente trabajo, y bueno, no está mal intentarlo.

— Bien, supongo que así lo prefieres — responde, su voz llena de resignación.

— ¡Déjamelo a mí! — vuelvo la mirada hacia el frente.

—Sabes que no me opondré a tu decisión.

Nana Sienna siempre ha estado allí para apoyarme, y nunca ha hecho ni ha dicho lo contrario. Ha sido mi más fiel compañera, y desde ese momento, no ha dejado de echarme porras cuando más la necesito.

Amarte es un pecado [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora