VI

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Dany POV:

Me desperté cerca de las cinco de la mañana. La noche anterior, _____ se había sentido mal. Desafortunadamente, no teníamos dinero para el jodido doctor. Estaba enfadada conmigo misma, era una perdedora.

Me extrañó no ver a _____ acostada, así que, con el corazón en la boca, revisé el baño, pero no había nadie. Caminé por el pequeño pasillo hasta que el olor de algunos alimentos llamó mi atención.

—_____ ¿qué haces despierta? —dije en voz baja, aún era muy temprano y no quería despertar a mi hijo—. Por cierto, ¿no has visto mis calcetines? —pregunté algo confundida, solo tenía dos pares de ellos.

—No podía dormir —dijo pasando las manos por su cabello; lucía cansada—. Y tus calcetines te los quité anoche para lavarlos —dijo levantándose para caminar cerca de la cocina. No teníamos un cuarto para lavar, nuestro apartamento era pequeño y despintado. Cualquiera pensaría que éramos unos rufianes escondiéndonos en los barrios bajos, como en Brownsville.

Me pasó los dos pares de calcetines y los llevé a mi rostro, era una manía que tenía.

—Adoro que estén calientitos —dije para después subir una pierna y poder ponérmelos. _____ se sentó frente a mí y dijo...

—Dany... llegó otro aviso. —La miré—. Es del gas y la luz. —Estaba jodida, no tenía dinero y temía que nos corrieran. Hoy había despertado más temprano para poder buscar trabajo en algunas de las pequeñas fábricas.

—No te preocupes, lo tengo cubierto... —dije levantándome, obviamente le estaba mintiendo—. Y deja de levantarte temprano, te prometo que esta semana te llevaré al doctor para saber cómo está nuestro pequeño jaguarcito —dije arrodillándome frente a ella para sobar su aún plano vientre.

—No tienes que hacerlo, amor. En mi primer embarazo ni siquiera tuve que asistir a un doctor. Gracias a la señora Miller, que es buena partera, nuestro pequeño está con nosotros. —Negué con la cabeza, eso era muy cierto, pero no podía arriesgarme nuevamente.

—No, _____. —El olor a quemado llegó hasta mi nariz—. Huele a quemado... —dije distraídamente. _____ se levantó con rapidez y la sartén en la que estaba cocinando estaba sacando humo negro. _____ lanzó una maldición y luego hizo una mueca de tristeza, tiró los restos de comida quemada a la basura y regresó a donde yo estaba.

—¿Qué pasa...? —Recordé los cambios en _____ e hice una mueca al verla—. _____, ¿tenías algún antojo, cierto? —Ella me miró y asintió con la cabeza.

—No pasa nada, amor —negó con la cabeza mientras me levantaba—. De todas formas, luego se me pasa.

—No, _____. —dije besando su cabeza—. No puedes hacer eso, ¿qué era lo que querías...? —Ella quedó en silencio—. Tengo una idea... haré algo de desayunar para ti y para Jakov —dije sonriendo mientras abría el pequeño refrigerador todo viejo. Para mi sorpresa, los tres estantes estaban completamente vacíos.

El contenedor de fruta solo tenía una pequeña papa y unas cuantas zanahorias. En el lado de la puerta solo había el viejo jugo de naranja. Apreté los puños con coraje, tenía que rogarle a mi jefe para que me diera nuevamente el trabajo. No podía matar de hambre a _____ ni a mi hijo, mucho menos podía permitir que mi futuro bebé tuviera estas incomodidades.

Estaba enojada, y _____, al verme en ese estado, me tomó de los hombros, cosa que me relajó.

—No te preocupes... —dijo abrazándome por la cintura mientras descansaba su cabeza en mi espalda—. Solo fue un pequeño antojo, todavía hay unos cuantos trozos de tocino... les haré... —La interrumpí.

—Eso cómelo junto a Jakov —dije separándome de ella—. Volveré en unas horas —dije besándola. Ella me miró confundida, así que agregué—. Iré a visitar a mi jefe, le pediré un aumento —dije mintiendo. Ella solo sonrió y me besó.

—Espero que en verdad te lo dé —asentí con la cabeza—. Que te vaya bien, amor.

—Prometo venir tan pronto como termine mi compromiso —ella asintió con la cabeza. Volví a darle un pequeño beso en la frente y caminé hacia la puerta. Antes de salir, observé los cinco sobres de diferentes deudas. No sabía cómo saldría de esta. Bajé las viejas escaleras. Aún estaba oscuro en Brownsville, pero algunas fábricas empezaban a trabajar a estas horas. Me dirigí por un pequeño callejón donde los mendigos lo usaban como hogar. La mañana era fría, pues estábamos a punto de entrar en invierno, lo que significaba que pronto todo estaría cubierto de nieve. Los enormes tambores de hierro de alguna fábrica estaban llenos de varias cosas, y una enorme fogata ardía en la parte alta. Algunos vagabundos negros estaban frotando sus manos contra la llamarada para buscar un poco de calor. No quería terminar como ellos; unos ya eran viejos. Seguí caminando sin hablarles. Vivir en un barrio de mala muerte donde la mayoría eran negros no era lo más agradable. Algunos me buscaban problemas por ser blanca; para ellos era algo así como una ofensa. Por eso la mayoría del tiempo prefería mantener un perfil bajo ante ellos.

De lejos, vi cómo entre los pequeños y abandonados edificios el humo negro de las empresas y fábricas empezaba a salir, lo que significaba que ya había gente trabajando en aquellos sitios. Seguí caminando hacia la fábrica más cercana. La mayoría eran de autos o partes de autos, repartidores de diarios; otras promocionaban cosas y otras eran el camuflaje para las bandas peligrosas de este lugar.

Llegué a la primera fábrica. Unos tipos manejaban máquinas pesadas, era una construcción en crecimiento y estaban dando trabajo para albañiles o chóferes de alguna máquina. Recordé lo buena que era en la mecánica; tal vez conseguiría algún lugar en este lugar. Pisé la fábrica con una enorme sonrisa en el rostro, la cual se me borró al ver cómo los tipos afroamericanos me miraban con recelo. Jamás entendería el odio hacia la comunidad blanca o hacia mí misma, estaba igual de jodida que ellos, ¿por qué simplemente no podían aceptarme?

Uno de los tipos llevaba una camiseta color beige y un cigarrillo de marihuana entre sus dientes. Llevaba unos lentes oscuros y su característico corte de cabello, y estaba dando órdenes a los sujetos que se habían quedado fulminándome con la mirada.

—Buenos días —dije tan pronto como lo vi.

La Peleadora G!P - Daniela VillarrealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora