#1*Him

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—¿Cómo te sientes? —preguntó Odasaku con su calma habitual.

—Bien. —respondí, forzando una sonrisa. Sabía que él lo notaría, pero quería al menos intentarlo—Gracias por volver a traerme hasta acá, Odasaku.

Era difícil decir eso mientras sentía el frío del suero corriendo por mis venas, recordándome constantemente lo frágil que me había vuelto. Pero Odasaku, como siempre, intentó animarme. En su mano sostenía un libro, uno que había conseguido para que pudiera distraerme, como si con solo leer pudiera olvidar la realidad en la que estaba atrapado.

Él era el único que seguía preocupándose por mí, el único que no se había alejado cuando todos los demás lo hicieron. Era confuso y la pregunta que rondaba mi mente se escapó de mis labios  —¿Por qué lo haces? —murmuré, mi voz apenas un susurro. Lo vi fruncir el ceño, confundido, pero sabía que entendía a lo que me refería—. Por favor, Odasaku... ni siquiera puedo ser una persona normal.

Su mirada se volvió dolorosamente comprensiva, ese tipo de mirada que siempre había odiado recibir, la que me hacía sentir como si ya no hubiera esperanza para mí. —Soy un problema —continué, con la frustración apretando mi garganta —Tú eres el único que sigue a mi lado.

Mis manos temblaban mientras apretaban las sábanas, como si aferrándome a ellas pudiera detener la sensación de caer en un vacío sin fondo. Pero entonces, Odasaku se acercó y puso su mano sobre mi cabeza, con esa suavidad que siempre usaba, como si supiera que eso era lo único que me mantenía anclado.

—Porque quiero hacerlo —respondió con una serenidad que no pude comprender—. No creo que seas una carga, en realidad.

Sus palabras eran amables, pero lo que me sorprendió fue la sinceridad que había en su tono, una sinceridad que nunca había dudado. Sus dedos se deslizaron por mi cabello antes de que él retirara la mano, dejándome con una sensación de calidez que hacía tiempo no experimentaba.

—Eres mi hermano, Dazai —dijo, y su sonrisa era tan leve, tan honesta, que dolía—.

(◕ᴗ◕✿)

Durante la noche, Odasaku me había dicho que yo debía haber empezado el año escolar hace una semana. Había estado retrasando mi asistencia, debido a mi salud aunque también era una excusa para evitar enfrentarme a esa maldita nueva escuela.

—¿De verdad tengo que hacerlo? —pregunté, haciendo un puchero mientras me acomodaba en la camilla, esperando que mi actitud infantil pudiera persuadir a Odasaku.

Pero él no se dejó llevar por mi gesto. En lugar de ceder, frunció el ceño ligeramente, y con una expresión que no admitía discusión, sacó un folleto de su bolsillo y lo extendió hacia mí.

—Tu nueva escuela es excelente para ti —dijo con firmeza—. Te ayudará a distraerte, a conocer nuevos amigos y a aprender cosas que te harán bien.

—Pero... —intenté protestar, buscando una salida, una excusa que pudiera convencerlo de que ir era una mala idea.

Antes de que pudiera continuar, Odasaku me interrumpió, y esta vez su voz tenía un tono que rara vez usaba conmigo, uno que me hizo darme cuenta de que no había lugar para discutir.

—No te estoy preguntando, Osamu —dijo, mirándome a los ojos con una seriedad que rara vez mostraba—. Vas a ir a esa escuela.
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Los días en el hospital pasaron más rápido de lo que hubiera preferido. Aunque los médicos aseguraban que mi condición era estable, insistían en vigilarme las 24 horas para asegurarse de que no ocurriera nada que pudiera poner en peligro mi vida.

Sería mentira decir que no intenté deambular por toda la escuela para evitar entrar a mi aula y que en el proceso no llegue a caerme 2 veces por los mareos que me dieron. Pero, cuando sonó el timbre, no tuve más remedio que dirigirme a clase. Me senté en el fondo,al haberme unido al año escolar algo tarde no sabía cuál era mi asiento así que elegí al azar(y aislado), aunque eso no me salvó del diseño de la escuela que imponía el "trabajo en equipo constante". Todas las mesas estaban dispuestas para grupos de seis personas.

A través de las cicatrices - soukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora