Capítulo 01

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Volver a casa se sintió como un puñetazo en el estómago, todo está igual, como si el tiempo se hubiera detenido en el segundo que me subí al autobús y volvió a su curso cuando baje las valijas. Se sintió como despertar de un sueño en donde por un momento tienes todo y al siguientes estas con tu cabeza en la almohada lamentando tus desgracias y no haber logrado nada en casi ocho años.

Pero aquí estoy, de nuevo, subiendo mis cosas al baúl de un auto, y Raul, que sigue siendo el conductor desde que tengo memoria es quien me llevara a casa.

—Me parece que te conozco de algún lado —Dice mientras dobla en dirección de la calle del centro.

Como no conocerme si creci aqui, caminando por las mismas calles de siempre y yendo siempre al mismo festival para la misma competencia. —Seguro, vivi aquí unos años.

El ahora anciano Raul me mira por el retrovisor con intriga. —Normalmente la gente de aquí se larga apenas puede ¿Que te trae de regreso?

Miro a través de la ventana las calles bañadas de una fina llovizna y pienso el porqué. Realmente no lo sé, en un momento estaba sentada en el piso de mi departamento mientras hablaba por teléfono con Melinda y al siguiente en un autobús con un boleto de regreso. —Asuntos familiares.

Un silencio incómodo se extendió por varios minutos hasta que Raul pareció recordar algo y llamó mi atención. —¡Ya te recuerdo! Eres la nieta de Cordelia...

La pesada piedra que aprisionaba mi pecho provocó que mi respiración se detuviera, lo último que quería era que me reconocieran. —Si... lo soy.

No quería seguir hablando, pero Raul seguía divagando sobre el amor de mi abuela por las flores de todo tipo y mi mente de pronto entró en pánico, sabiendo que para media noche medio pueblo sabrá que la nieta de Cordelia anda por el pueblo. Apenas se detuvo el auto, escape de manera que no tenga que seguir respondiendo preguntas.

La fría llovizna me golpeó el rostro con fiereza, casi como si estuviera enojada con mi presencia y me despedí de Raul. —Es bueno verte, niña.

Mire mi antiguo hogar, parecía como si la magia que un día paseó por esos pasillos, hubiera escapado para no volver. Entré hasta la puerta y me detuve antes de ingresar la llave y abrirla.

Las paredes de color salmon seguia igual con la infinidad de cuandros de las generaciones de Holders que pasaron por alli, pero la calidez ya no existia.

Recorrí con pasos lentos hasta las escaleras y deje las valijas para recorrer la casa, podía sentir el olor a polvo impregnado en el ambiente y supe de inmediato que me llevaría mucho tiempo limpiar este lugar. Los muebles están tapados con sábanas blancas pero conozco lo que hay debajo; viejos muebles de roble, con capas de polvo que hacen un hermoso contraste visual con los marcos de las puertas y los cuadros en las paredes.

Después de todo mi familia tenía un buen gusto.

Familia

Hacía años que no tenía una.

Deje el oscuro pensamiento de lado y subi las escaleras hasta el vestibulo del segundo piso y vi que habia nuevas cosas, aunque la chimenea seguia alli junto con dos sillones de color marron caoba habia un cuadro sobre ella.

Mi pecho se oprimió y no pude evitar apartar la vista del cuadro; mi abuela estaba allí, con su brillante sonrisa y siendo abrazada por mi versión más joven, una que parecía haber hallado oro y sonreía tan ampliamente que parecía que le dolía las mejillas.

Me adentro en el pasillo, no era el momento de ponerme sentimental y me dirigí a la que sería mi cuarto, aunque los años pasaron, sabía que había en cada cuarto y no pensaba abrirlos. Al abrir la puerta volví a detenerme, estaba intacta.

Claro, con su respectiva capa de polvo como el resto de la casa, pero cada hoja, cada foto estaba allí, como si el día que me marche hubiera cerrado la puerta y nadie la hubiera abierto.

Me siento al borde de mi cama y miro a mi alrededor, sus paredes rosas, mueble de algarrobo, alfombra de peluche y el espejo sucio. Nadie puso una sábana aquí. 

Lirio del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora