Capítulo 2

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Corre

Las líneas del techo se unen formando un paisaje lleno de flores, gorriones y un fondo celestes casi abrumador, iluminado por la tenue luz de la luna que salió luego de que el clima lluvioso que me da la bienvenida a Stansfield. Recuerdo ser pequeña y estar trepada en las escaleras de pintor, siguiendo indicaciones de mi abuela mientras pintó las flores.

Me remuevo por la cama y me vuelvo en dirección de la pared, ignorando los dibujos del techo solo para tener vista a la desolada calle del frente. Deberían ser como las tres de la mañana y por mas que intento no puedo dormir, mi celular esta sin señal por lo que no puedo poner música y a pesar de tener casi veinticinco años, el paso de los años no me han quitado el miedo a los oscuros pasillos de la casa.

Así que no. No iré a buscar algún libro.

Intento pensar en cosas que me hagan dormir, pero estar en este lugar solo hace que me invadan miles de recuerdos que prefiero olvidar o recordarlos a otra hora que no sea durante la madrugada.

Demonios. Obvio que sería mala idea.

Cerré los ojos, intentando desviar mi mente de su intento desesperado por organizar mi día e intento contar de nuevo hasta mil. Se la solución a mi ansiedad, debería salir a correr, pero prefiero al menos que haya algún que otro rayo de luz.

Pero mi mente no quiere que corra.

No.

Quiere que me marché de aquí.

Yo quiero huir de aquí y no tener que enfrentar lo que significa volver.

Despierto horas más tarde cuando recibo una llamada y me arrastró hasta el borde de la cama y busco a tientas mi celular en la mesa de luz, intentando detener el ruido ensordecedor que taladra mi cerebro.

—¿Hola? —Contestó saber quien me llama tan temprano.

—¿Cómo está el ser favorito de luz? —Reconozco de inmediato la voz de Melinda y vuelvo a acomodarme boca arriba para hablar cómodamente.

—Creo que te equivocas al llamarme parte de la luz. Pero sobreviví —me tallo los ojos mientras la escucho gritar al otro lado a lo que parece ser algún pobre diablo del gimnasio donde ella trabaja.

—No, cariño. Estoy en lo correcto ¡¿ES EN SERIO, DAVID?! —Alejo el celular de mi odio ante el grito y ruedo los ojos, siempre ella siendo un amor— El pueblo te hará bien, lejos de la abrumadora ansiedad que provoca vivir en la capital.

Suspire. Había intentado explicarle mis razones para no venir pero Mel —quien es completamente terca y siempre ve lo positivo de las personas— me convenció de que me haría bien alejarme de la ciudad después del "asunto".

—-Ya te dije porque no debería haber venido —Intentó. En vano explicarle —, sabes que a nadie le gusto y además está Ruth...

—Ya habíamos hablado sobre la opinión de las demás personas —Mel me corta ante mi divagación sin coherencia —, y la vieja de Ruth está en un asilo. Estoy segura que tiene enfermeras.

Melinda estudió psicología y por un tiempo lo ejercicio, hasta que descubrió su amor por el boxeo y abrió su gimnasio —la conocí buscando entrenar— y luego esta Ruth, una ancianita que conocí en el café de la esquina de mi departamento, después de echarle una taza de café encima. Claro que ambas no se gustan entre sí y se critican mutuamente y yo, como amiga de ambas, me quedé en el medio recibiendo los golpes de manera metafórica.

—Las enfermeras de Maléfica —respondo con molestia—, son una mierda, siendo amable.

—Bien, iré a verla esta semana. Pero sabes que no soporto a la vieja.

—Gracias, eres mi favorita. —murmure siendo consciente del sonrojo que inundó mi rostro, pero a veces no mata a nadie, además me siento aliviada de saber que puedo contar con ella para que cuide de Ruth.

—Voy a refregar eso a Ruth —Mel sono extasiada ante esa novedad, ya que sus pasatiempos favoritos es fastidiarse mutuamente. —Yo también te quiero, Dina.

Mel un día llegó con su mudanza, se instaló y se adueñó de mi corazón, como si hubiera estado siempre allí, estoy segura de si no hubiera aparecido no estaría aqui. Pero es una completa perra cuando quiere.

Me despido de ella y después de ducharme busco mi bolso para ir a comprar para comer. Una vez en la vereda me detengo y pienso en como fue inconsciente la acción y vuelvo a sentirme mal, solo quiero volver y esconderme en la oscuridad de la casa.

Me pongo auriculares y escucho música mientras camino las cinco cuadras que me quedan del mercado sin detenerme mucho tiempo a repasar el paisaje ya conocido, incluso el color de las casas es el mismo.

Normalmente, depende mi humor suelo elegir el color de mi vestimenta y los marco en un journal donde despues analiso cual es la emocion mas frecuente —soy conciente que el ultimo año mi journal estuvo muy morado— pero el día de hoy, me vesti de amarillo, ropa deportiva amarilla por que me siento esperanzada.

Me detengo cerca del mercado y me doy cuenta que es el unico lugar que al parecer luce diferente y por alguna razon mi corazon se alegra al pensar que no solo yo pude haber cambiado, ademas le agregaron un estacionamiento donde hay varias camionetas y cambiaron el color de las letras —anteriormente era de color azul— a un blanco bordeado de negro resaltando el nombre "SUPERMERCADO RYDE'S".

Y las diferencias terminaron ahí, porque el interior sigue igual. Resoplo un poco y sigo mi camino por las estanterías en busca de las provistas necesarias ignorando algunas miradas enojadas de las ancianas, que seguramente será por mi vestimenta, que aunque yo lo considero apto, ellas lo llamarían "provocativo".

Yo misma fui criada por una anciana, soy muy consciente de sus pensamientos.

Llegó a la caja, me paró en la fila y miró al muchacho que está atendiendo la caja. Me parece conocido, seguro habré ido al colegio con él, también atractivo pero no logro ubicarlo.

Lleva lentes redondos como los de Harry Potter, su rostro es ligeramente ovalado con sus pómulos marcados ligeramente, su cabello marrón oscuro y ondulado, muy guapo diría yo e intento ver mas sus ojos pero la distancia no me permite adivinar su color —consecuencias de una leve miopía— y me rindo esperando verlo mejor cuando me cobre por los productos.

Una vez la chica que está frente a mi deja de hablar de sus clases —al parecer es profesora— y se marcha, es mi turno e intento no mirarlo fijamente para no parecer acosadora, cuando él se detiene y me mira directamente al rostro.

—¿¡Davina!? —Mi pregunta de porque me parecía conocida se resuelve de inmediato.

El chico frente a mí, que tiene ojos claros, muy expresivos y está entre la sorpresa y la confusión, es nadie más que John Ryde.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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