Khun Samanan Anantrakul, era de la realeza, era la tataranieta de un rey. Su linaje era poderoso, su familia tenía un gran poder, pero su familia era escasa.
Sam nunca llegó a conocer a sus padres, que murieron antes de que Sam pudiera tener un recuerdo de ellos, no tenía ninguno, solo las fotografías que había en casa de su abuela. Durante toda su vida, Sam había crecido junto a su abuela y sus hermanas.
Sam había crecido en una casa llena de normas, su abuela deseaba que fueran personas que pudieran llegar lejos, tal y como su linaje lo apremiaba, quizás por eso, les pedía demasiado. Sam era la favorita de su abuela, y ella adoraba a su abuela, ya que era la única persona que la había cuidado.
Durante toda su vida, Sam había experimentado lo que era la pérdida, la de sus padres, la de su hermana Neung cuando se fue de casa y, finalmente, la de su hermana Song, que murió. Se había quedado a solas con su abuela, solo ellas dos, y toda la presión del linaje familiar había recaído sobre ella.
A sus 29 años, Sam tenía una empresa, a la que adoraba, era realmente su orgullo, había conseguido levantarla de la nada y sacarla adelante. Había dicho en la empresa que la llamaran Lady Boss, de ese modo no sería tan formal como Khun Sam, pero las cosas no habían salido como ella pretendía, más que como algo cercano, sus empleados lo vieron como una barrera más. Sam no caía bien, siempre lo había sabido, no tenía dotes sociales, le costaba expresar lo que sentía y estaba tan acostumbrada a no decir lo que quería que siempre terminaba diciendo lo contrario. Es por eso que se asoció con Kirk, lo conocía desde hacía años, llevaban tanto tiempo prometidos que la palabra ya no significaba nada para ella. Pero Kirk la conocía, eran amigos y no la presionaba. Pero lo más importante, Kirk caía bien a todos, por eso le propuso asociarse a su empresa. Ella era la cabeza pensante y Kirk era el que aliviaba la presión de los empleados.
Aunque en días como aquel, Sam pensaba que los empleados eran idiotas y no se merecían que los trataran bien. Su empresa únicamente tenía una norma, una muy simple, no se permitían las relaciones entre empleados. Si ya lo sabían, ¿por qué seguían incumpliéndola? ¿Por qué hacían que su trabajo fuera más difícil?
Sam entró en el edificio de su oficina, comenzó a subir las escaleras, como cada vez que entraba, el silencio reinó en el lugar. Sam miró a una joven, era la única que estaba de pie, algo extraño, ya que nadie permanecía en pie en su presencia, aún menos la miraba, todos rehuían su mirada.
Movida por la curiosidad, comenzó a caminar hacia ella, a medida que avanzaba, la joven desvió la mirada. Sam se sintió decepcionada, pero a la vez, ese gesto hizo que pudiera observarla mucho mejor. La mujer tenía un rostro hermoso, muy caucásico, poco común, vestía de color rosa. Se detuvo a escasos centímetros de ella para poder apreciar el olor de su perfume, era dulce pero para nada empalagoso.
-¿Qué hora es?
La joven que tenía delante comenzó a buscar en su bolso, se la notaba nerviosa, Sam se decepcionó aun más. Estaba segura de que aquella joven era nueva, la recordaría si llevara tiempo trabajando en la empresa, pero le tenía miedo como los demás. Si era así como la querían así la tendrían