Sam corrió hacia donde estaba Kornkamon, la agarró del brazo y tiró de ella, abrazó su cuerpo protegiéndola del posible golpe, por suerte, la había apartado lo suficientemente lejos para que el coche no le hiciera nada.
Vio la mirada sorprendida de su empleada al ver que quien la había salvado era ella
-¿Tan sorprendida estás? -preguntó Sam molesta. ¿Tanto la odiaban sus empleados que pensaban que dejaría morir a alguno de ellos si estaba en sus manos salvarlos? ¿Por qué aquella joven había hecho caso tan pronto a las habladurías de los demás sin darle la oportunidad de conocerla?- ¿Qué pasa? ¿Te di tanto trabajo que querías que te atropellara un coche?
-No supe reaccionar -admitió Mon-. Gracias... -Mon frunció el ceño-. ¿Qué hace aquí? Pensé que se había ido hace mucho
-Aún seguía al teléfono cuando os vi salir del restaurante -Sam miró a Mon. ¿Por qué me defiendes y después me miras como si fuera el demonio encarnado?-. Escuché como me defendiste... Mmm... ¿Tienes algún mote?
-Aquí todos me llaman Mon
-¿Así que tu nombre es Mon, bae?
-¿Acabas de llamarme cariño? -Mon no pudo evitar sonreír ante lo surrealista que le estaba pareciendo aquello
-¿Por qué me defendiste? -dijo Sam desviando la mirada, pues lo cierto es que la palabra había salido de su boca sin pretenderlo
-Ya se lo dije a los demás, no me gusta hablar a las espaldas de nadie, lo que tengo que decir lo digo de frente
Sam se quedó mirándola, como si fuera una especie extraterrestre, entrecerró los ojos. ¿Por qué eres tan difícil de leer? ¿Por qué me importa tanto lo que pienses de mí? ¿Por qué tus ojos me resultan tan familiares?
-Nosotras... ¿nos hemos visto antes?
-Lo cierto...
-No puede ser, acabas de empezar a trabajar en la empresa. ¿Cómo vas a volver a casa?
-Iba a... -Mon pareció meditarlo-. Iba a dar un paseo hasta casa
-¿A esta hora? -Sam bajó la mirada hacia la camisa y la falda de Mon-. ¿Con una camisa tan delgada? Ven
Sam comenzó a andar sin volverse para ver si Mon la seguía, la última supuso que nadie nunca le llevaría la contraria y por eso siempre se salía con la suya, suspiró y la acompañó hasta un deportivo de color amarillo