1. Pasado y Futuro.

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El intenso resplandor del soberbio sol me encandilaba los párpados, cerrados intentando soportar mis penurias.

-¿¡QUÉ ESTÁN ESPERANDO!? ¡HAGAN SU TRABAJO DE UNA BUENA VEZ, BASURAS INÚTILES! -calor. Los ardientes y dolorosos latigazos que eran proporcionados por uno de los soldados hacia mi espalda retumbaban en un sonido seco y estruendoso, lastimando más mis oídos que mi propia piel, desgarrada a cielo abierto por las metálicas puntas de aquel látigo. Un pequeño ardor por el calor y la arena que se filtraba en mis heridas se escurría por mi espalda, mientras los latigazos seguían azotando mi insensible piel hasta el cansancio.

Un sentimiento de nostalgia me invadió, pero se desvaneció al instante, cayendo inconsciente sobre la caliente arena y el arrasador sol del desierto.
Dos días después, mis heridas no existían, sólo dejando unas notables cicatrices en mi espalda, completamente sólo en medio de la muchedumbre de esclavos. Me levanté sobre la arena caliente, quemando un poco mis manos, y decidí caminar un poco mientras buscaba una esperanza que sabía que no iba a encontrar.

...


Mi nombre es Esir.
Nunca me gustó el verano. Siempre me he considerado alguien que prefiere el frío, pero ¿qué tiene esto que ver? Pues nada, pero algo que sí tiene que ver es que, aunque vivas la vida que siempre quisiste y tengas lo que siempre deseaste, nunca serás completamente libre hasta que aceptes que esto solo puede lograrse bajo los méritos propios.

Soy un vagabundo, no conozco a mis padres, y lo único que sé es que nací en el Río Nirkish, el cual atraviesa todo el continente Nubiano. He hecho todo tipo de trabajos: mercenario, cazador, heraldo, y entonces fui "obrero" en la construcción del Palacio Imperial de La Horda Demoníaca, un vasto Imperio que nació de una historia que ni siquiera conozco. El contexto vendrá después.
Eran unos tipos muy extraños: grandes, ágiles y de tez oscura, cazadores natos que tenían una perversa predilección por el asesinato. Estaban hechos para la guerra.

Lo único que sabía de ellos es que eran descendientes de cierto tirano de hace cientos de años, cuando todavía no se usaba el hierro como ahora, y unificó todas las tribus nómadas que habitaban y las convirtió en guerreros bendecidos por la naturaleza. Algunos de ellos tenían una insondable fuerza y vitalidad al haber recibido la Bendición de los Dioses, los Obispos, y eran figuras de extremo poder político.

La silueta de un hombre tapó mi vista, mientras estaba sentado en un caliente bloque de piedra que me quemaba el trasero como nada. Una cara familiar se mostró, y una sensación de felicidad me invadió.

-¿Sigues descansando? Sigamos, quiero terminar rápido. -dijo Mirak con una sonrisa en el rostro. Mi compañero de trabajo, junto con los otros miles de obreros que trabajan. En realidad, él y yo éramos, respectivamente, el comandante y el sub-comandante de las Fuerzas Especiales de la Legión, donde nos destacábamos tremendamente por encima de los demás locales.

-Cállate, no sé cómo estos hijos de puta soportan este calor, es terrible. Trabajaré cuando me digan que trabaje. -respondí, con un tono irónico. Un breve silencio surgió entre nosotros, pero fue roto enseguida por Mirak.

-Hey. -me dijo mientras jugueteaba con una piedrita.

-¿Sí? -estaba a la expectativa de lo que podría decir esta vez, pero estaba casi seguro lo que iba a decir exactamente.

-¿De verdad crees que este debe ser nuestro destino? ¿Vivir como sanguijuelas del trabajo de los poderosos y ser tratados como animales? Nunca me gustó vivir así. Ni por un momento. -no era la primera vez que me lo preguntaba.

-¿Quieres volver a ser mercenario? -le respondí. Sabía cuál era su respuesta. -nosotros tenemos ya una confiable comunidad dónde vivir.

-Me volveré el Emperador de toda esta mierda antes de volver a ese hoyo. Nunca volveré ahí, y lo sabes, Esir. -su tono de voz subió un poco, alterado e incluso disgustado, por lo que decidí ceder un poco y aflojar la tensión.

Guerra de las Leyes: GénesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora