Guerra de las Leyes: Génesis

5. Retribución.

-Buenas tardes princesa, ¿Qué tal su siesta? -le anuncié en tono sarcástico, cuando se dio cuenta de su extraña posición comenzó a moverse de un lado a otro, en desesperación por no poder bajar.

Yo, quien ya no podía más, me solté a carcajadas ante lo cómico de la escena, deberían haberlo visto: se sacudía y revoloteaba como un pez fuera del agua. Una escena increíble. Al darse cuenta de que estaba completamente sin capacidad ni posibilidad de zafarse, comenzó a gritar como un demente a todo pulmón, así que le tiramos tierra en el rostro y en la boca para que se callara.

-¡Ustedes desgraciados- phuaj, déjenme ir! - graznaba con autoridad y cólera, indignación, y sinceramente no lo pude soportar. Le di una fuerte bofetada que hizo que se le saliera un diente, y nuestra víctima no hizo más que quejarse. Mirak y Yaghesh sólo observaban desde su lugar.

-Creo que no entiendes tu posición, así que te la voy a explicar. Vas a decirme qué hacen con estas personas aquí y después te romperé el cuello, y si no me dices te ahogaré en el río hasta que me lo digas, y después morirás como la mierda que eres. Elige, perra.

«¿Quién se cree este tipo para decirme que hacer? En la forma cómo lo dijo, podía decir que él genuinamente pensaba que lo íbamos a dejar ir porque nos lo pidió. Imbécil.»

-Mis compañeros... ¡los matarán y los echarán de comida a los perros! -graznó con desesperación, al borde de las lágrimas, y no hice más que reír.

- Qué lindo. No es algo que no haya escuchado antes. Habla. -dije seria y enfáticamente, conforme me iba acercando y acercaba mi puñal a su rostro. -tienes 3 segundos para hablar, y si no lo haces pasarán dos cosas: o decida cortar la soga y caigas de cabeza, muriendo al instante, o te despelleje poco a poco hasta que me lo digas.

El soldado suspiró en desesperanza, con su boca llena de sangre, y se sometió a mis condiciones al pie de la letra. Comenzó a hablar, lo mejor que podía después de haberle sacado un diente.

-Fuimos Guardias Imperiales cuando nos enviaron a patrullar en este pueblo, Asir, para proteger la frontera y asegurarse que pagarán sus impuestos. Nos dieron completo permiso de hacer lo que queramos con ellos y sus habitantes, y lo único que había que asegurarse era defender las fronteras y pagar impuestos. Al Imperio no le importa en lo absoluto este pueblo, así que nosotros lo usamos como queremos. ¿Tienen algún problema con eso? son órdenes. -explicó fría y antipáticamente, no puedo creer que aún en esta situación su ego todavía le hace creer que está en posición de comportarse de esa forma.

«¿Que mierda les enseñaban para que piensen así? no tengo idea, pero eso se acabará pronto.» Decidí hacerle una última pregunta.

-¿Dónde está la comida?

-¿Qué? -respondió, incrédulo y abriendo los ojos como platos.

-¿Necesitas que lo repita? te pregunté dónde está su suministro de alimentos. -ya me harté, iba a tumbar todo este abuso e iba a enterrarlos bajo sus propios pecados. No lo soporto.

Una ominosa cólera nacía desde mi abdomen y se esparcía como un veneno por mis extremidades, pero nunca hacia mi cabeza, y sentía como mis dedos se cerraban por inercia, ansiosos. Yo lo estaba mucho más, y aquellas personas necesitaban esa ansiedad. Iba a destruirlos, a humillarlos frente a aquellos de los que abusaron. Me aseguré que sus almas no descansaran en paz aún después de haber muerto.

-Están en la bodega, es el edificio más grande al otro lado del pueblo. ¿Por qué? - dijo, y no pude evitar darle una mirada de lado mientras me reía. -¿Qu-, que pasa? ¿qué vas a hacer?

-Nada importante, princesa. Mir, yo llevaré Yaghesh al pueblo, encargate de éste. Es todo tuyo. -Mirak asintió, con una mueca de satisfacción y tranquilidad, así que mientras yo iba con el chico hacia el pueblo, escuchaba cómo Mirak cortaba la soga y el soldado caía de cabeza, lanzando alaridos de dolor. Después me enteré de que lo había llevado al río y lo había ahogado, es un buen final. Basura como él no merecía morir de otro modo.