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Felix te había llevado a un lugar especial en las afueras de la ciudad, un lugar que a él le había ayudado en sus primero años en corea; un campo donde las estrellas parecían estar al alcance de la mano. Esa noche, iba a haber lluvia de meteoros y de estrellas, ambos habían estado esperando el momento con impaciencia durante varias semanas.
Mientras se tumbaban sobre una manta, esperando el espectáculo, Felix te miró con una expresión suave y pensativa.
-¿Alguna vez has pedido un deseo a una estrella fugaz?- preguntó
-Sí, cuando era más pequeña, mi papá nos llevaba a un campo abierto, donde nos pasábamos horas viendo el cielo nocturno, esperando que pasara alguna estrella- contestaste con algo de nostalgia- ¿Tú?
Felix asintió, comprendiendo la nostalgia con la que le contabas la anécdota, porque sabía lo difícil que había sido perder a tu padre recientemente. Miró el cielo, pensativo.
-Esta noche, tengo un deseo muy importante- dijo en voz baja, su tono era serio pero lleno de esperanza.
Cuando la primera estrella cruzó el cielo, cerraste los ojos y pediste tu deseo. Al abrirlos, te encontraste con los ojos de Felix mirándote, sus ojos brillando con algo más que la luz de las estrellas.
-¿Qué pediste?- preguntaste con curiosidad
Felix sonrió suavemente, acercándose a ti para tomar tu mano.
-Le pedí permiso a tu padre para poder estar juntos- dijo sonriendo- y que este momento dure para siempre.
