“¿Qué pasa si encuentras la luz al final del túnel en unos fugaces ojos amatistas?”
• • •Era un día soleado como otro cualquiera en la cuidad japonesa de Yokohama. El cielo estaba ligeramente nublado, pero igualmente los rayos del sol se asomaban a través de las nubes y caían bastante fuertes sobre los tejados de las casas de la famosa cuidad de Japón. Sin embargo, hoy era un día distinto, un tanto “especial”, pues hoy, en un viejo y prácticamente desierto vecindario de una calle relativamente alejada del centro de la ciudad, se iba a mudar allí un vecino nuevo. En la casa número 8.
Un joven azabache con una media melena que le llega por los hombros, suave y tan oscura como el carbón, había decidido empezar a vivir allí. El pelinegro era un aún no muy conocido escritor, pero bueno, tenía cierta fama porque de vez en cuando, iba a algunas convenciones y firmas de libros y lugares similares; le iba bastante bien. El chico tenía 19 años cuando empezó a escribir y ahora consta de 25 años, así que, no es del todo nuevo en el mundo de la escritura, pero, tampoco se puede decir que lleve demasiado tiempo.
Su nombre era Fyodor Dostoyesky, un joven de nacionalidad rusa y que, al ser escritor, no sale demasiado de casa, además de que es introvertido, y más bien, antisocial.
Hoy, unos días después de haberse instalado en el barrio, ha salido de su casa con dos transportines en las manos. En el transportín que cargaba en la mano derecha, dentro hay una pequeña bolita de pelo negro, un pequeño gatito de aproximadamente 4 meses de edad, y en la mano izquierda, en el transportín, llevaba a otra bolita de pelo, esta vez blanca, otro gatito, solo que este, a diferencia del oscuro, era algo más grande y mayor, tendría 8 meses o así. Fyodor iba en camino hacia el veterinario para que vacunaran a sus pequeños y les pusieran el chip.
Durante el paseo hacia el veterinario, el azabache se cruzó con un joven albino, alto y de aspecto oscuramente extravagante. Al cruzarse, el peliblanco se fija en el dueño de los gatos y le ve pasar. Le sigue con la mirada hasta que, en algún momento, el joven corpulento de pelo blanco, había desaparecido.
Por el otro lado, el pelinegro, también se fija sutilmente en el peliblanco como alguien más, como cualquier otra persona desconocida que circula por el lugar, andando vagamente por la calle como suele hacer la mayoría de las personas. Y ya está. No le da mucha más importancia al joven albino, el cual cabe decir que tenía una muy larga trenza, y sigue con su camino hacia el veterinario.Al llegar al veterinario, una trenza, blanquecina, larga y ya conocida de vista, se cuela nuevamente en el campo de visión del ruso; el mismo chico albino que había visto anteriormente caminando por la calle hace unos minutos, estaba allí también. El chico de la trenza estaba sentado en un sillón que había en la sala de espera del veterinario. Portaba una pequeña ave entre sus manos. El peliblanco se queda mirando de forma sutil y disimulada al azabache.
Fyodor, toma asiento en el único asiento libre, porque, por lo menos hoy, el veterinario estaba muy lleno y habían muchas personas ocupando ya casi todos los lugares y asientos libres de la sala de espera, menos un hueco, un sitio; al lado del misterioso chico de la trenza. El pelinegro se sienta al lado del albino y coloca delicadamente con gentileza ambos transportines sobre su regazo, sus piernas, y espera pacientemente su turno mientras baja un poco la mirada y se topa con unos pequeños ojitos, provenientes del pajarito que tenía el hombre sentado a su lado.
–¿Son gatos?—Pregunta el hombre albino observando los transportines que llevaba el ruso.
–¿Hmn? Sí.—Responde el pelinegro mirando al peliblanco con su tono calmado y su expresión seria de siempre.
–¿Cómo se llaman? ^^—Vuelve a preguntar el hombre de la trenza.
Fyodor le mira dudoso, no sabiendo si contestarle a esa pregunta o no, pero termina decantándose por responder a su pregunta porque no la ve tan invasiva ni molesta, solo era una preguntita de curiosidad e inocencia.
–El blanco se llama Bonnie y el negro Coco. ¿Y tú pájaro?—contesta y pregunta el ruso.–Que bonitos nombres. Mi pequeño se llama Chu Chu ^^.—Responde el albino.
–Mhmn, es bonito también.—Contesta el ruso.
–¡Mhnm! Gracias ^^.—dijo el peliblanco con una ligera y dulce sonrisa en la cara a lo que Fyodor dice:
–“No es nada.”—y justo en ese momento, la conversación de ambos hombres se ve interrumpida por una voz femenina.
–¿Coco y Bonnie?—pregunta la veterinaria pues era el turno de los dos gatitos.
El pelinegro coge con cuidado los dos transportines y se levanta para ir hacia la sala en la que estaba la veterinaria.
–Mhmm, aquí—dice mirando a la veterinaria para luego mirar por última vez al peliblanco–Adiós.—le dice despidiéndose de él y entrando a la misma sala en la que se encontraba la veterinaria y cierra la puerta.
–Byeeee ^^.—se despide el peliblanco.
Después de eso, a partir de ese día, el misterioso chico de la trenza, sí, ¿ese albino con el que Fyodor se cruzó por la calle y luego hablaron en el veterinario? Pues ese mismo chico, empezó a recopilar, cosa por cosa, todo lo que Fyodor dejaba atrás. Le solía seguir de forma sigilosa y siempre que podía, teniendo cautela de que el azabache no le viera, le observaba cuando él no le veía.
Dostoy, por su parte, salía de su casa de vez en cuando, y, en varias ocasiones, mientras daba un paseo para despejarse o cuando simplemente iba a su cafetería favorita para comprar café, había visto una silueta negra que le seguía, alguien que le seguía desde las sombras manteniendo una distancia respetable, pero igualmente, para alguien observador como él, era notable.
El azabache siempre ignoró la presencia de este alguien, pero es cierto que su presencia le inquietaba un poco, y no, sabía que no eran meras coincidencias, porque, primero, el ruso no cree en las coincidencias, y segundo, aunque lo fueran, no podrían ser solo coincidencias dadas lo siniestras que eran éstas.Una semana más tarde, ya estaban a mitad de marzo, en otras palabras, estaban en primavera. Como bien se sabe, en primavera, el tiempo suele cambiar de un día para otro, y esto es lo que había pasado.
Hace dos semanas, hacía sol, el cielo estaba despejado y eran días calurosos, pero hoy, por ejemplo, después de dos semanas, estaba nublado, hacia frío y había algo de niebla.Al ruso le gustaba este tipo de clima a pesar de que es débil al frío, por eso decidió salir de casa con una bella y oscura ushanka. Esta ushanka, a diferencia de la blanca como la nieve que solía llevar, esta estaba hecha de piel más oscura y gruesa, pero era igual, ¡o incluso!, aún más suave que la que solía llevar. Fyodor salió a la calle abrigado y bien protegido del frío y se quedó un rato ahí afuera disfrutando del gélido clima, y, sin poder haberlo previsto, una fuerte ráfaga de aire chocó contra él e hizo que la ushanka saliera por los aires. Desafortunadamente, aunque el pelinegro la intentó buscar, entre tanta niebla y viento, no la encontró y simplemente la dio por perdida.
Entre la densa y vigorosa niebla, un hombre de pelo plateado con una extensa y larga trenza, se agacha y recoge algo del suelo que había llegado hasta sus pies, y se marcha desapareciendo entre la espesa niebla con la ushanka que Fyodor había perdido hace apenas unos minutos entre las manos.
Un rato después, el chico de hebras oscuras, vuelve a su casa algo más triste y desanimado por haber perdido su ushanka. Esa ushanka no era tan importante como la blanca que tenía, pero igualmente la tenía cierto aprecio y le daba lástima haberla perdido. No obstante, no deja que eso le afecte demasiado y un rato más tarde, después de haberse cambiado la ropa a una mas cómoda y de haberse preparado un buen café, se sienta con su portátil sobre la mesa y se centra en escribir su nueva novela.
Hoa :) q tal el día/noche/tarde?? :) espero q guste o sino me mato 😋 na es bromi :3
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~An unhealthy obsession~
General Fiction//«You got those eyes that drive me crazy, and I got eyes to watch you sleep~»\\