Vladimir Makarov

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La pelirroja está aterrada por observar tantos muertos en un solo lugar. Es espantoso y le hace sentir tanta impotencia... rabia. ¿Cómo pueden solo... hacer eso?.

Luego de salir despavorida de las manos de unos claros asesinos no sabe qué hacer. Le ha visto los rostros a los autores de la masacre. Definitivamente sí, y sabe el nombre de uno de ellos y ha visto el rostro del probable líder.

Entonces, ¿por qué no está corriendo hacia la policía aportando una información tan valiosa? Ni siquiera ella es capaz de responder eso. No lo sabe y eso la hace querer vomitar, o quizás sea el ambiente mortífero de su alrededor.

En el transcurso del día decide no quedarse solo viendo, a pesar de que no es su hospital, ni es su pueblo, presta su apoyo debido a lo abarrotado y lleno que está el servicio de salud en este momento. El hospital de esta ciudad es un completo caos de médicos y enfermeros corriendo por todos lados, gente muriendo sin compasión y heridos de mucha gravedad.

La tristeza de que un ser humano se vaya de sus manos es una dura carga emocional. Los gritos de un niño que fue gravemente herido marcan su mente... Pero, ¿por qué no ha dicho lo que sabe?, ¿por qué?.

—¿¡Por qué!? —Se grita a ella misma en el espejo.

La llave del agua está abierta y corre libremente por el lavabo con rastros de sangre ajena que en sus manos estaba. No es suficiente la fuerza con la que se sostiene del lavamanos porque solo quiere caer. Hasta sus brazos tenían rastros de sangre de aquella mujer moribunda.

No sabe por qué, no puede hallarlo por más que lo intente. ¿Porque si habla la asesinan? Debe ser eso, no hay otro camino.

Otra persona muere.

Otra gota de frustración e impotencia para todos.

—... Se estima que aproximadamente trescientas personas han fallecido en la masacre del aeropuerto... Se estima que hay más de ciento cincuenta heridos, y se estima que hay más de treinta que han muerto en hospitales y clínicas.

No quería escuchar más, no soporta escuchar más. Solo quiere que todo sea un sueño, una pesadilla muy vivida donde los rostros de los fallecidos no son reales.

Enfermera... Enfermera.

Va a enloquecer.

El cúmulo de personas, de movimiento en el hospital es tan denso que las pieles sudan, que el olor a sangre... a muerte es tanto que llevan al vómito. Que el estrés, que la tensión puede ser cortada con una tijera para papel... Que los médicos no saben qué más hacer ante el desastre.

Que nadie sabe con exactitud quién fue el causante de todo esto.

«¿Por qué?... ¡Di algo, no puedes callarte! »

Sumerge la cabeza en el chorro del grifo otra vez. Está llena de sangre. Sus manos son un desastre... Ella es un desastre.

«¡Deja tu bondad y compasión a un lado, mira lo que ese hombre hizo!».

—Lo sé... Créeme, lo sé.

«No lo creo... Las personas están muertas, en su mayoría, y tú aquí sin mover un dedo porque te aferras a la idea de que un desconocido que mató a todos es bueno... Porque te salvó a tí, porque eres ingenua».

—No... No hables más, por favor...

Está volviéndose loca, tanto que ahora está hablando con un trazo de su conciencia que no sabía que poseía. Ella no puede decirlo, no sabe por qué... O quizás sí sea el miedo, pero algo en su cuerpo le dice que no lo haga.

De todas formas, las bien preparadas y compasivas autoridades no podrían hacer nada contra un asesino de esa magnitud.

«¿Enserio...?, ¿aparte de catalogar a un hombre como asesino dudas de la capacidad de las fuerzas policiales. La gente es buena, no lo olvides».

Un pequeño dolor en su pecho se hace presente... Culpa y decepción por sí misma al no poder ver el lado bueno de estos dos bandos. Todo ser humano puede ser compasivo, bueno y amable.

—Él no te hizo nada, te dejó ir... —Su reflejo niega, y con una seña le dice que suelte lo que sabe, pero otra persona sale desde atrás con una sonrisa afectuosa y cálida que niega... Que le dice que las personas son buenas, que todos merecen segundas oportunidades.

Un suspiro tembloroso y aterrado sale de sus labios mientras observa las ojeras que de manera impresionante, se han remarcado en tan poco tiempo gracias a la magnitud de la situación.

Su cabello rojizo... casi como el atardecer más bonito, se encuentra hecho un desastre sudoroso y sucio. Ella es un desastre sudoroso y sucio.

No sabe cuánto tiempo toma terminar de atender a todos los heridos. No sabe cuánto tiempo toma dar suspiros de rendición ante otra muerte, mucho menos sabe cuánto tiempo le toma volver a su pueblo con su mente totalmente contrariada. Es un tirón doloroso en su conciencia por ambas partes; la que le dice qué está bien, pero la otra también le indica qué es lo que está bien... O lo que está mal.

El camino es silencioso, incluso cuando están  en las afueras de Moscú el ambiente de luto sigue. La población mantiene la cabeza gacha ante los caídos y el pesar en sus cuerpos. Incluso aquí, en este autobús, no hay habladurías, no hay risas... Solo caras largas y dolorosas en el caso de quién sufrió una pérdida directa.

Es tan pesado que inquieta, porque el peligro acecha y nadie sabe cuándo morirá. Nadie sabe con certeza si este será su último día, si ese abrazo a su madre sería el último, si esas risas alegres morirían en sus mentes... Si este respiro será el último.

Nadie sabe si en medio de la monotonía vendrá un hombre de ojos bicolor, aura mortífera y rostro ininscrutable a acabar con las vidas que hoy conocen como suyas...

Y ese es el miedo de todos.

No volver a respirar jamás.

Incluso el de ella.

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⏰ Última actualización: Aug 26 ⏰

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