(V's pov)
La música vibraba en el aire, siendo una mezcla de tonos graves que se filtraban entre las carcajadas y murmullos de la multitud. El olor a madera impregnaba cada rincón del bar, mezclándose con la fragancia del alcohol derramado y la sensación pegajosa de las botellas descuidadamente abiertas. Las luces fluorescentes parpadeaban, haciéndome entrecerrar los ojos. Aunque el bar no era tan pequeño, en ese instante todo parecía estarse encogiendo a mi alrededor. Me sentía atrapada.
En medio de aquella atmósfera, me encontraba en una de las mesas alejadas, con mi copa de vino medio vacía y mi ánimo mucho más bajo. Hablaba con Nath y un par de amigos, aunque la verdad, mi mente ya estaba en otro lugar. No me gustaba el ambiente, nunca me había sentido tan fuera de lugar. Era como si todos a mi alrededor estuvieran celebrando algo que yo no podía entender, compartiendo una alegría que nunca me llegaba.
—Qué considerada fue Tiana al invitarnos a su cumpleaños, ¿no? —dijo Nath con su habitual optimismo, siempre viendo el lado bueno de todo.
—Yo opino que simplemente nos invitó por compromiso... Ya sabes, cuando organizas algo, la gente espera que invites a todos —le respondí sin rodeos, tratando de romper con esa visión ingenua que siempre tenía del mundo. Me desesperaba su constante fe en la bondad ajena, como si nadie pudiera tener malas intenciones.
Nath sonrió, quizás algo incómodo.
—No seas aburrida, Violet. Ya estás aquí, al menos haz el esfuerzo de divertirte. —Su intento de animarme fue en vano.Le di un trago largo a mi copa de vino, buscando consuelo en el único lugar donde sabía que lo encontraría: el fondo del vaso. La verdad es que no había asistido por la fiesta, ni por Tiana, ni por la gente. Estaba ahí por el alcohol, el único refugio que me ofrecía una breve y amarga paz.
Mientras Nath seguía hablando, su voz se desvanecía poco a poco, convirtiéndose en simplemente, palabras inententibles. Sabía que me estaba emborrachando, pero era justo lo que quería. Todo a mi alrededor comenzaba a perder nitidez, las caras, las voces, las luces. Todo menos ella.
Ahí estaba, apoyada contra la pared, con la vista fija en su teléfono. Algo en ella me llamó la atención de inmediato. Quizás era el alcohol, haciendo que la realidad pareciera más atractiva, pero sus facciones me parecieron perfectas, sus labios, sus ojos... todo. Me levanté tambaleante, sin pensarlo dos veces, y me acerqué con una sonrisa desinhibida.
—Tú... ¿cómo te llamas...? Te ves... linda... —mi voz salió entrecortada, y me apoyé en una mesa cercana para no caer.
Ella levantó la vista de su teléfono con indiferencia.
—¿Tienes un encendedor? —preguntó sin molestarse en responder a mi intento de conversación.—No... No tengo... —hice una pausa, tratando de encontrar palabras coherentes— Soy... Violet... Violet Eliott... Un gusto... Hermosa... —me incliné, acercando mi rostro al suyo, pero ella se apartó sin esfuerzo, evadiendo el intento de beso como si no fuera la primera vez que algo así le pasaba.
—¿Conoces a alguien que tenga un encendedor...? —repitió, sin prestar demasiada atención a mi tambaleo.
—N-No... Creo que no... Aunque la verdad... podrías usar una cerilla, ¿no?
Ella soltó una risa seca, casi burlona, y me miró fijamente, evaluando cada parte de mí.—No, no podría... ¿Estás ebria?
—No, no... ¡Para nada...! —mentí con una sonrisa demasiado amplia, sabiendo que mi estado era más que evidente. Mi mente daba vueltas, pero no podía dejar de mirarla. Era más que una atracción pasajera. Algo en su presencia me atraía de una forma que no podía explicar.
Continué bebiendo, ignorando el calor que subía por mi cuerpo, el leve mareo que comenzaba a dominar mis sentidos. Ella seguía ahí, inmóvil, observándome con una mezcla de curiosidad y lástima, y aunque su actitud era distante, yo no podía apartar mis ojos de ella.
De repente, me di cuenta de algo: esa chica, la que parecía tan fría y distante, escondía algo detrás de esa máscara de apatía. Algo roto, algo que podía reconocer en mí misma. El modo en que sus dedos jugaban nerviosamente con la cajetilla de cigarrillos, su mirada ausente, su necesidad de un encendedor... todo indicaba que, como yo, también estaba buscando algo más que solo una noche de fiesta. Buscaba una vía de escape.
—No deberías fumar tanto... ¿Lo sabes no...? —le dije de pronto, sin pensar. Ella me miró, alzando una ceja, sorprendida por mi comentario.
—Y tú no deberías estar bebiendo tanto—respondió con sarcasmo.
Sonreí ante su respuesta.
—Supongo que ambas estamos... buscando la salida equivocada.Ella no dijo nada al principio, pero luego, en un gesto que no esperaba, se acercó un poco más.
—¿Por qué estás aquí, Violet?Su pregunta me tomó por sorpresa. Miré mi copa vacía y luego a ella.
—Estoy aquí... porque no sé dónde más estar.Ella asintió lentamente, como si entendiera exactamente lo que quería decir. En ese momento, todo cambió. Ya no éramos dos desconocidas en un bar, perdidas en nuestros propios vicios. Éramos dos personas, compartiendo un instante de vulnerabilidad.
Y entonces, sin pensarlo dos veces, le dije:
—Sonaré estúpida pero... Tal vez podrías ser mi... razón para dejar de venir a estos lugares... ¿No?Su mirada cambió, suavizándose, y por primera vez, me sonrió, aunque de forma tímida.
—Tal vez... —murmuró, mientras se acercaba más, con su mano rozando la mía.
Y en ese instante, lo supe. No importaba cuánto hubiera bebido ni qué tan oscuro fuera el mundo a nuestro alrededor. En ella encontré algo mejor que el consuelo pasajero del alcohol. Encontré una razón para seguir adelante.
Ella se convirtió en mi alivio, y yo, en su razón de vida...