3

1 0 0
                                    

David, en uniforme de mesero, comenzó a caminar de regreso a su departamento. Recorrió ciertas calles, que ya había usado para llegar ahí. La tensión de sus hombros se había disuelto casi por completo. Ahora tenía un trabajo, y algo que parecía un aliado. Después de pocos minutos, llegó al edificio de su departamento, entró y subió a su habitación. También se asomaba la silueta de Emma, que lo había sentido acercarse y lo volteó a ver.

-Vives aquí - Dijo ella, más como una declaración que como pregunta

-Es a lo que me obligó el colegio.

-Sabes que es parte de la cafetería, ¿cierto?

-¿Qué? - David pensó en que por eso eran tan similares; solo había entrado por otro sitio al mismo edificio

-Pues si. Te marchaste a quien sabe donde, pero vives aquí. ¿Fuiste a algún otro lugar?

-No, solo caminé un rato. - Disimuló

Emma había dejado de prestarle atención. Miraba una de las ventanas, donde se veía que comenzaba a oscurecerse.

-No es la mejor oportunidad, pero no podemos dejarla pasar. - Giró a verlo - Vamos a cazar. Ahora.

-¿No se supone que los monstruos solo salen en el amanecer?

-También ahora, aunque son menos abundantes. Te puedo enseñar como se hace.

David sintió un escalofrío.

-Vístete de negro, serás menos visible - Murmuró

David obedeció. Entró y se cambió la ropa lo más rápido que pudo. Se colocó un cinturón que él mismo se dio el derecho de modificar para cargar el martillo y la linterna.

-No llevarás eso - Dijo Emma señalando a la linterna. - Ellos son conscientes de que les hace daño, y no son tontos. Te prestaré mis gafas de visión nocturna; ya no las necesito

David se quedó pensando en eso. ¿Ella acaso podía ver en la oscuridad? Quizá por que estaba acostumbrada a esa condición. Deseaba poder entrenar para no depender de las gafas. Emma entró a su habitación y sacó un casco militar enorme, del que se desprendían dos binoculares verdes. Se impresionó, pensando que eran lentes como los que usa un miope, pero estaba equivocado.

-Supongo que lo podré hacer con eso - Murmuró David.

-No te acostumbres a ellos. Conozco un asociado, y él puede hacer que deje de ser un problema, aunque nos salga caro 

-¿Un asociado? - Curioseó.

-No es parte oficial de la compañía, pero trabaja para ella. Él es el que negocia con el mercado negro en mi lugar.

-Ya veo - Decía David, sin comprender

-Después te lo explicaré, es obvio que no lo entiendes.

David se sintió humillado, pero no había nada que hacer.

Ambos salieron del edificio, armados. Emma cargaba su bufanda, aunque ahora se veía hecha con un cuero negro. De alguna forma, su cabello y sus ojos se oscurecieron, al igual que los de David, pero él no estaba consciente de eso. Él no dejaba de pensar en lo poco preparado que estaba en comparación con Emma, aunque no sabía si ella traía un arma. Se veía inofensiva, era casi imposible suponer que guardaba un secreto peligroso.

Fuera la ciudad, el sol ya era por completo invisible. Ella ordenó con sus manos que se apresuraran, y así lo hicieron. Llegaron a el bosque de la vez anterior, aunque esta vez fueron mucho más profundo, casi subiendo a la montaña. Pasaron de largo por unas muestras de "fraude natural", y Emma parecía emocionarse a cada paso que daban. Se adelantó a David, que no tenía oportunidades contra su velocidad antinatural, era como una extensión de la penumbra del bosque. Ella de repente se detuvo, viendo el moco negro pegado a los arboles, muy arriba. Estos estaban arañados y parecían derretirse.

Perfección de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora