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David estaba semidesnudo. La luz mañanera atravesaba las cortinas, pero había un tipo de cuero negro abrazándolo y manteniéndolo quieto dentro de la cama. El cuero negro se estiraba hasta las paredes, dándole la apariencia de algo viscoso, como un moco. David se movió solo un centímetro y toda la sustancia negra se retrajo hacia su espalda, y creó calor. Había un peso detrás de él, y era el de Emma, cuya piel estaba oscurecida y alargada sobre él y todo su alrededor. Ella se movió y lo soltó. Tampoco estaba vestida, pero las sabanas la cubrieron lo suficiente. La luz de la cortina le cayó en los parpados y ella también despertó.

Ambos sufrieron un tipo de espasmo, seguido de un escalofrío. Emma se sonrojó y se dio la vuelta, cubriéndose como pudo. Se sintió culpable por incomodar a David, que evitaba verla a toda costa.

-Lo siento - Murmuró entre dientes, temblando - No pude entrar a tu habitación y te dejé aquí. - respiró con profundidad - Y estabas frío... por eso te hice compañía.

David suspiraba, intentando que la sangre bajara de su rostro.

-Está bien... - No lograba procesar nada. Tenía vagos recuerdos de la noche anterior, siendo desmembrado y estando solo en el infierno. Recordaba que algo lo tomó del cuello y lo sacó de ahí, y entonces pudo dormir, pero no entendía como llegó hasta ahí. - Gracias...

-S... ¡Sal, vete de aqu! - Gritó ella de repente - ¡Esto no significa nada, no podemos estar así!

David se asustó y salió de la habitación a la sala del departamento, buscando con qué cubrirse. La llave de su departamento se había quedado en el bosque, y tendría que pagar por una réplica. Después de varios minutos, Emma también entró a la sala, aunque vestida de manera ordinaria. 

-Tenemos que pagar por haber perdido tu llave - Murmuró - Esta noche debes volver a quedarte conmigo. Víctor me traerá el dinero del cristal mañana.

-¿Víctor? 

-Un asociado que conozco. Él me ayudó a salvarte la vida, y solo gracias a él estás entero.

David miró sus manos, recordando que a ambas las había perdido.

-Y por hoy debemos ir a trabajar. Los domingos suelen ser ajetreados, pero no podemos dejar que mi madre sospeche nada.

-¿Podré trabajar sin el uniforme?

-No, pero voy a buscarlo en un minuto. No hagas nada extraño.

David, que de por si no hacía nada, se esforzó para estar aún más inmóvil. Emma fue a su habitación y buscó el ducto de ventilación. Lo encontró. Se agachó y lo desarmó para poder meter su brazo por el mismo. La piel de sus dedos se oscureció, se despegó y empezó a correr por los canales. La carne negra entró a la habitación de David y buscó en su ropa. Encontró el uniforme y lo sostuvo con fijeza, entonces fue de regreso a Emma. Ella extendió la prenda y se alegró de no haberse equivocado.

Fue de regreso a la sala con David, que estaba en la misma posición fetal en la que lo había dejado. El hecho de que no hubiera movido un solo pelo la hizo sospechar.

-¿Qué hiciste mientras no estaba? - Gruñó

-¿Qué? - Murmuró - No me he movido para nada

Ella no sintió que mintiera, y por eso lo dejó.

-Aquí está tu uniforme. Después te conseguiré más prendas. Ahora debemos irnos, o sospecharán algo.

En cuestión de minutos, ambos estaban en la cafetería, limpiando el polvo del suelo. Llegó un trabajador, que era el mismo que los había sorprendido a solas el día anterior. David intentó evitar verlo, pero su mirada lo jalaba. Emma estaba consciente de eso. 

Perfección de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora